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Y sin embargo me quedo

Ya no me hace gracia

Ya no me hace gracia

He de reconocer que me hacía gracia. Antes. Ya no. Digo lo de atemorizar con que si vienen los rojos les quitarán las pensiones a los mayores, eso me daba risa. Vale que pensaban que nuestros abuelos son tontos, pero tenía su toque de humor. Se lo consentimos y nos pasa lo que nos pasa. Ahora resulta que los rojos les van a quitar los caramelos a los niños y hasta lo más sagrado, los Reyes Magos. Eso podía parecer más gracioso, pero es igual que a los niños que dicen palabrotas, que te da mucha risa pero no puedes darle alas. Además apelando a la inocencia de la infancia, que ve con ojos atemorizados como sus dulces y sus referentes mágicos son aplastados por las hordas de rojos.

Y todo esto se les dice a ellos, para que aprendan desde pequeños, para que no caigan en la tentación de pensar, y además se les dice un domingo mientras como actividad de ocio se les lleva a un centro comercial a comprar. Queridos niños, ¿también os han dicho que esos rojos han creado una ayuda para los libros de texto?, que están interesados en que la comida que coméis en el colegio sea de kilómetro cero, en que la educación que recibáis sea igualitaria. Os faltaban esos datos. Pero es cierto, eso son tonterías comparado con deciros que os van a quitar los caramelos de la cabalgata de Reyes.

Ah, no, que encima sí que hubo caramelos. Y Reyes. ¿Entonces, los papás nos han engañado? No queridos niños, los papás no engañan. Lo hacen por vuestro bien y porque llega un momento en el que ya nadie se cree tus patrañas y vuestras mentes infantiles son más fáciles de manipular. Pero no es nada personal, seguro. Cayetana Álvarez de Toledo y Peralta-Ramos, marquesa de nosequé, no le perdonará jamás a Manuela Carmena que el traje de Gaspar no fuera de Vuitton, que me imagino a esa madre «tranquilo hijo, me vengaré de esa roja. Niños, no votéis a quien ni siquiera sabe vestir bien a los Reyes».

Los niños creen en los Reyes Magos porque quieren y eso significa que les da igual que vayan en una carroza hecha con papel pinocha en su barrio, o que se encuentren con trescientos diferentes, o que Baltasar vaya pintado, que lleve la misma ropa o que vaya en vaqueros. Los niños que ahora pueden disfrutar de dos cabalgatas, son niños que no ven extraño que haya reinas magas porque hasta el Papa de Roma saca una. Niños que están muy acostumbrados a ver diversidad étnica, diversidad familiar, diversidad religiosa, a mujeres profesionales. Niños que tienen la mente bastante más abierta que sus padres hasta que alguien se la cierra de golpe con una frase como «los rojos te van a quitar los caramelos» o «el traje de Gaspar es falso». Ya lo sé, da risa, pero a mi ya no me hace gracia. Me estaré haciendo mayor.

Alimentar en los niños un odio visceral nunca tiene buenas consecuencias y normalmente se hace en base a creencias radicales, imposición de ideas sin argumentos o venganzas personales. Sobre todo porque lo interiorizan sin digerirlo, no son sus ideas, no han partido de ellos, las han heredado, eso les impedirá crear su sistema de valores y dependerán toda la vida de quién les de las ideas mascaditas. Y no es por meter miedo, pero, amiga Caye, si no le dejas pensar por sí mismo, cuando tú no estés ¿quién será el encargado de volver a llenarle la cabeza de ideas?

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