Según la tradición, la copa que utilizó Jesucristo en la Última Cena fue llevada de Jerusalén a Roma por San Pedro y utilizada desde entonces por él y los sucesivos papas de la Iglesia en Roma en las celebraciones eucarísticas hasta el año 258 cuando el papa Sixto II, encargó a su diácono, San Lorenzo que sacara aquel sagrado cáliz de Roma para protegerlo de la persecución del emperador Valeriano. San Lorenzo envió la reliquia a España, donde vivían sus padres. Tras pasar por distintos monasterios de Huesca y Zaragoza, en el año 1424, el rey Alfonso el Magnánimo decidió trasladar el Santo Cáliz a Valencia, donde estuvo primeramente en el desaparecido Palacio Real y, desde 1437, en la Catedral.

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