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Divagaciones

El misterio de La Masonería Valenciana I

El misterio de La Masonería Valenciana I

Un mundo de simbolismos rodea la masonería y la envuelve de extraño misterio. Sus orígenes se pierden en el tiempo y hay quien atribuye su fundación al rey Salomón. Las Constituciones de la Masonería Británica las redactó el clérigo protestante James Anderson a petición del Gran Maestro, duque de Montagu en 1721. Para la aristocracia francesa fue moda en 1721. La juventud de «salones» acudía a matricularse en la primera logia. Proclamaban la igualdad entre los hombres y la eliminación de odios de raza y religión. Ciertas sectas encontraron afinidades en la ideología enciclopedista. A la vuelta del conde de Aranda, del que Voltaire decía: «con media docena de hombres como Aranda, España quedaría regenerada». Y fueron Los franceses, los que la propagaron en España. Las logias masónicas valencianas fueron las mejor organizadas. Parte de la Iglesia lanzaba furibundos anatemas.

El arzobispo Company y Soler consiguió del mariscal Shucher que mandara cerrar una logia y se prohibió que se abrieran otras. A raíz de las Cortes de Cádiz, las sectas masónicas, adquirieron consistencia y aumentó el número de logias e influyó de tal forma la masonería que parecía indispensable ser masón para ser considerado entre los liberales.A principios de enero de 1820 se propagó en un clima propicio, lo que forzó a Fernando VII a admitir el orden constitucional el 3 de marzo. El día 10 de aquel mismo mes, una muchedumbre de liberales valencianos se concentró en las calles dels Cavallers, delante de la Casa de la Ciutat. El general Elío intentó dirigirse allí, pero el pueblo detuvo su caballo y le obligó a retroceder mientras le apedreaban. La multitud se dirigió a la plaza de San Lorenzo y liberó al brigadier andaluz Ildefonso Diez de Rivera, conde de Almodóvar; a los hermanos Beltrán de Lis y a otros masones valencianos que estaban encerrados en la cárcel de la Inquisición.Al regreso de Fernando VII, la masonería clandestina, como todo lo clandestino, fue más militante, y las logias se convirtieron en centros de conspiración. Las «Sociedades patrióticas», instrumento de los masones, eran más numerosas que las logias. Entre ellas destacaban «La Tribuna del Pueblo Soberano», una especie de club revolucionario dominado por los Beltrán de Lis, en el Café Féliz de la calle de Zaragoza; la de la Glorieta; y al principio de la calle del Mar, la de la ermita de San Jaime... Fernando VII había dictado nuevas y rigurosas medidas contra los liberales y los masones. Se exigió a todos los empleados sin distinción, jurar, el no pertenecer ni haber pertenecido a ninguna sociedad secreta, antes de tomar posesión de sus cargos. El nuevo arzobispo de Valencia Simón López establecía el Tribunal de la fe, último resto de la Inquisición. Este tribunal dictó la sentencia de muerte en garrote del mestre de Russafa Antonio Ripoll, por inculcar a sus alumnos ideas heréticas. Se cumplió la sentencia el 31 de junio de 1826. Al mismo tiempo tanto en la pequeña burguesía como en la clase obrera se notaba un cierto ateísmo y un fuerte anticlericalismo, mientras que un sector importante de la intelligentsia se afiliaba a las logias masónicas.Mi curiosidad seguirá adentrándose en el silencioso secreto de la masonería, a sabiendas que siempre mucha historia escapará€

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