Los responsables de la cabalgata meditaron los días anteriores evitar el último acto del festejo y que se repite año tras año: la organización de una interminable e inexplicable cola en la que cientos de personas (muchas de ellas con aspecto de no pasar ningún apuro económico) no tienen problema en esperar durante horas para recibir un modesto obsequio „un peluche que se puede adquirir en cualquier tienda por apenas un par de euros„. El hecho de que la cola (que anoche llegó a la calle San Vicente) se realiza de forma voluntaria y que para muchos la recompensa no es sólo el regalo, sino recibirlo en mano de uno de los mismísimos Reyes Magos hizo desestimar la idea de, por ejemplo, repartir los juguetes en centros para personas necesitadas.