Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Soledad de proximidad

Soledad de proximidad

Les bastó una mirada para adivinarse y salir a fumar. Se aprecian y les gusta reflexionar juntos. Con la segunda calada salió a relucir la soledad. Soledad deseada, soledad obligada, soledad encontrada, soledad anhelada, soledad creativa, soledad temporal, soledad casual, soledad temeraria, soledad miserable, soledad accidental, soledad opulenta,? Cada una tuvo su breve valoración. Pisando las colillas coincidieron en que la soledad obligada debía ser muy triste.

El 31 de enero la plaza del Ayuntamiento tiene que petar. Será centro. Ya lo señaló nuestro director, en uno de sus Noray, en agosto, «el centro no nace: se hace día a día, con actuaciones públicas y privadas que atraen a los ciudadanos. Porque el centro está donde va la gente». Debería pasar como en la noche de tapas del Mercado Central. La plaza acogerá un mercado de productos ecológicos con carácter mensual, como en Godella, como en León, como en la Piazza Navona.

Los artículos sobre la huerta periurbana se ilustran con fotos de pura soledad rodeada de un intuido bullicio. Un tractor, con su conductor, en medio de la huerta, rodeado de edificios. Una espalda doblada y azada suelta. Soledad rodeada de ladrillos que le hacen sombra. La agricultura es tarea solitaria, como la del artista. Llevarlos a la plaza es un acto de justicia. Por cierto, ¡qué bien suena lo de «la plaza»!. Era como llamaban los mayores, en el pueblo a ir al mercado, «ir a la plaza». Un solo pueblo, una sola plaza, un solo mercado.

Es ambiciosa la pretensión de que l´Horta sea la despensa de la ciudad pero hay que mantener el empeño . Es una apuesta por la producción de proximidad y la agricultura ecológica. Ahora suman a los madrugones para la siembra, los de acudir a la «tira de contar» en Mercavalencia o a contestar los correos de los encargos por internet. Esperemos que los agricultores no estén solos y les acompañemos en nuestra plaza, también suya. Ya lo canta Serrat en su Cançó de Bressol; «por la mañana rocío, al mediodía calor, por la tarde los mosquitos: no quiero ser labrador».

Nordicalibros ha editado un libro gustoso de tocar. Es cálido y suave. Se titula «Nueva York: Historias de dos ciudades». Treinta autores muy conocidos, de procedencia muy diversa, tienen un nexo común, viven en Nueva York. Cada uno escribe un relato. La editorial y el prologuista, Muñoz Molina, encuentran en la desigualdad de esa atractiva ciudad, su nexo de unión. Léanlo también desde otra esquina, descubrirán que es la soledad lo que les vincula. La angustiosa, irredenta y miserable soledad en medio del tenebroso bullicio.

Hacía años que le impidieron fumar en casa. Se había acostumbrado a encender el caliqueño al bajar a comprar el pan. Daba varias vueltas a la manzana hasta que lo consumía sin apenas aspirar el humo. Hablaba con el quiosquero, la panadera, el chico de los fiambres, el pescadero, el amigo de su hijo o el vecino cónsul. Le va dando pereza bajar. Los paseos tiene que ser cortos. Ya no fuma puros. Habla cada vez con menos gente. Cuando vuelve a casa no sabe bien si ella le entiende, si ella quiere seguir hablando, si ella prefiere oir las mismas cosas, una y otra vez, porque le parecen nuevas. Está quedándose solo.

Compartir el artículo

stats