El nuevo volumen de «Historia de Valencia» destaca la desaparición en 1979 del grupo benéficio San Francisco Javier de Campanar, un siniestro correcional de menores impulsado tras la Guerra Civil del que en la actualidad solo quedan parte de los cerramientos y jardines y la capilla, y sobre cuyo solar se construyó la Conselleria de Cultura. El arquitecto Antonio Gómez Gil, autor del artículo dedicado a este complejo, destaca el valor arquitectónico del mismo, su programa funcional, y lamenta que no se reutilizase su arquitectura singular neobarroca. La demolición apunta el autor «no se razonó» y muchos de los trabajadores de la conselleria «están todavía ubicados en pabellones prefabricados».

El libro dedica otro artículo a la evolución del Museo de Bellas Artes cuyo autor, el arquitecto José Simó, aboga por cambiar la denominación de San Pío V por razones simbólicas —San Pío fue antes que Papa, inquisidor y censor de las pinturas del Juicio Final— y por carecer de fundamento histórico. El edificio fue impulsado en 1683 como convento y colegio eclesiástico por el arzobispo Rocabertí, emulando el Colegio del Patriarca, si bien su tipología y arquitectura, exultante y poderosa, refleja la voluntad de Rocabertí de convertir el edificio en su panteón o capilla funeraria. Explica Simó que el edificio tuvo diferentes usos y tras un periodo de decadencia paso a ser hospital militar y posteriormente museo. Dentro de este uso, el arquitecto Javier Goerlich diseñó en 1948 la ampliación del edificio.

Precisamente la mejora del entorno del San Pío V, ubicado en la margen izquierda del viejo cauce, es uno de los aspectos que aborda el libro que recoge una figuración del actual director del Museo, José Ignacio Casar Pinazo, para semipeatonalizar la margen derecha.