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Cuando despertó, Rita Barberá todavía estaba allí. Emulando el célebre cuento de Monterroso, la exalcaldesa es la prueba palpable de que los viejos rockeros nunca mueren. Rita ha vuelto con fuerza, de su «retiro voluntario», muy en su línea, arremetiendo contra todo bicho viviente. Y si le preguntan por el Ritaleaks o el caso Noos, ella responde con Irán, Venezuela y Rusia, así sin más, porque ella lo vale, y tiene estómago para eso y para lo que le echen. Dice que ni se ha ido, ni tiene intención de irse. Debo haber estado equivocada durante todos estos meses porque, ingenua que es una, pensaba que efectivamente, no se había ido, sino que las urnas la habían invitado amable y democráticamente a marcharse.

Pasando a algo un poco más digerible, el pasado lunes se concedieron los Premios de la Wikipaella. Los galardones reconocen la labor de un buen puñado de restaurantes tanto de la terreta como del resto de España en su afán de elaborar nuestro plato más internacional siguiendo la receta tradicional, huyendo del chorizo, los boquerones, y demás aberraciones varias. Excelente iniciativa para que los guiris se lleven un buen recuerdo al volver a su país, y no como el que obtienen después de pedir el plato en ciertos restaurantes céntricos de cuyo nombre no quiero acordarme. Junto a esta iniciativa del genial Paco Alonso la del no menos genial cómico Eugeni Alemany. Patrocinado por una famosa marca de arroz, prosigue con su cruzada para conseguir el emoticono de la paella en Whatssap. Si en un viaje anterior viajaba hasta Silicon Valley, en esta ocasión ha tirado mano de la manta al coll i el cabasset para plantarse en el país del sol naciente. Que quieren que les diga, puede ser con todo el cachondeo y todo lo patrocinado que ustedes quieran, pero prefiero esta forma de poner a Valencia en el mapa, que otras que costaron lo indecible al erario público. A la fama mundial vía estomacal, como estómagos agradecidos parece que ha habido más de uno por estos lares. Y más de una. Salta la noticia de que ha sido imputada, junto con cuatro exsubdirectores, Consuelo Císcar, exdirectora del IVAM, y consorte a la sazón de Rafael Blasco, a quien desconocemos qué tal le sienta la nueva colección otoño-invierno en trajes a rayas verticales cortesía del penal de Picassent. Personalmente siempre había creído que la cultura es una de las características que separa a la raza humana del resto de animales. Y muy poca humanidad hay que tener para derrochar el dinero público a manos llenas mientras la gente perdía trabajo y casa. Muy poca humanidad, y muy poco corazón.

Aunque para acabar, me alegra saber que otros de corazón van sobrados. Recientemente la Comunitat Valenciana ha batido su record de transplantes, superando la media nacional. Cuatro transplantes cada tres días. Record posible no sólo a la solidaridad de las familias valencianas, sino al buen hacer del sector de sanidad, cuyos miembros han tendido que luchar contra recortes, haber tragado hasta la nausea con carros y carretas, y que siguen dando el cayo como el que más. Héroes unos y otros, donantes y personal médico. Doy fe después de haber pasado una semana ingresada en un hospital público. En lugar de estómagos agradecidos, corazones a los que agradecer.

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