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La decana

La imprenta más antigua

Artes Gráficas Bernés lleva trabajando dos siglos ininterrumpidos desde su fundación en 1816, ahora desde su sede en Albal

La imprenta más antigua

Cuando Fernando VII regresa a España y deroga la Constitución de 1812 en Valencia „qué bonito documental rodó sobre el tema la productora Cinesín donde quedó patente la ignorancia bochornosa de nuestros ediles„ Iglesia y Nobleza se alinean con el monarca para salvaguardar el viejo régimen. En Valencia, el poderoso Convento del Carmen funda una imprenta al lado del Palacio de Pineda, enfrente de su templo. Se llamó Imprenta Carmelitana y su función principal fue, además de editar libros religiosos, imprimir panfletos políticos de exaltación realista.

En 1836 se produce la Desamortización de Mendizabal, y los bienes de la Iglesia se subastan para que los beneficios reviertan al Estado. La imprenta produce entonces literatura liberal, hasta que los carmelitas la recuperan. Oficialmente la empresa se inscribe en el Registro Mercantil en 1886, tras la promulgación del Código de Comercio de 1885. Bajo la tranquila restauración borbónica, prosigue la vida de la Imprenta del Carmen, trasladándose a la calle Sagasta cuando el primer ayuntamiento blasquista, hacia 1900, promueve la gran reforma del barrio de Pescadores.

Salvar la empresa

En 1936 estalla la guerra civil. Casi todas las empresas son colectivizadas. Entonces el joven oficial que lleva el trabajo, Jesús Bernés Martínez, se apunta al sindicato UGT y se pone al frente del negocio. Se hace pasar por socialista para salvar la empresa, y empieza a denominarla Tipografía Bernés, nombre que mantiene oficialmente hasta hoy. Al acabar la guerra Bernés compra la imprenta que tanto ha defendido a los carmelitas. Así empieza un período de esplendor que culmina llevando los talleres a la calle Vinalopó, en el recién creado barrio de Xúquer. Cuando Bernés plantea jubilarse los quince trabajadores se ven en peligro de quedarse sin empleo. Cinco de ellos se hacen adelante y le proponen una oferta de compra.

En diez años los cinco socios van saliendo del acuerdo. Se impone la transición de la tipografía al offset, y se precisan grandes inversiones que no todos están dispuestos a afrontar. Finalmente es José García, de Mislata, quien asume la dirección de la empresa, con la gran suerte de contar con un hijo dinámico, Francisco Javier García García, que le secunda en sus planes. El joven estudia en la Escuela Profesional de Artes Gráficas del complejo educativo Sant Vicent Ferrer en la Torre. Por las tardes empieza a trabajar en el negocio familiar. En el 2007 su padre se jubila y se hace cargo plenamente, junto con su hermana Amparo. Casado con Isabel, tiene dos hijos, Maia y Gael. La pequeña vive apasionada con la imprenta y garantiza una nueva generación para la compañía.

Obsoletos los talleres de Vinalopó, José compra unas naves en Torrent, pero después encuentra a un colega de Albal, José Luis Villanueva, que está ofreciendo también una nave y una máquina de cuatro colores.

La familia no se lo piensa, y arriesgan en este nuevo y modernísimo local ubicado en la calle del Escritor Carles Recio. En el año 1997 el alcalde Agustín Zacarés me distinguió con el honor de dedicarme una calle en su pueblo. Después otros munícipes de distintas siglas políticas, José Vila y Ramon Marí, han mantenido esta denominación que tanto me honra desde hace casi 20 años. Quisiera agradecer este reconocimiento institucional al escribir ahora sobre la imprenta más vetusta de Valencia, pues casualmente vinieron a instalarse en la vía urbana que lleva mi nombre. Ojalá continúen allí por muchos años.

La obra de Chirbes

Homenajear a personajes vivos es muestra de vitalidad cultural, porque habitualmente se reservan calles para los muertos, y a veces ni eso. Acabamos de leer la impactante «París-Austerlitz» de Rafael Chirbes, novela donde el autor se desnuda en su identidad más recóndita.

En sus anteriores obras Chirbes denunciaba la situación social y política actual. En su última creación en lugar de miserias materiales retrata miserias y también esplendores sentimentales, rememorando su época como estudiante y seguramente unos amores condenados que no llegaron a buen puerto.

Por primera vez, y antes de morir, nos ofrece una faceta humana íntima que viene avalada por sus propias vivencias. Toda la producción de Chirbes es excelente, pero París-Austerlitz es sin duda su mejor creación. Por ello no entendemos que en una Valencia con gobierno progresista nadie haya puesto sobre la mesa la rotulación de una calle para Rafael Chirbes. Sólo por este libro ya se lo hubiera ganado.

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