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Los contrastes de la ciudad

Del ocre celestial al gris industrial

La iglesia del Cristo de la Agonía, diseñada por Javier Goerlich en los primeros años de su carrera, reluce en Forn d'Alcedo - El desarrollo de esta pequeña población ubicada junto a la V-30 y la V-31 se ha supeditado a un viejo polígono industrial

Del ocre celestial al gris industrial

Forn d'Alcedo tenía todos los ingredientes para convertirse en un lugar fantástico para vivir. Alquerías diseminadas por una próspera huerta que poco a poco fueron perdiendo protagonismo, sobre todo cuando se ejecutó el Plan Sur para desviar el cauce del río Turia. Lejos de quedarse ahí esa sangría, el avance industrial siguió ocupando muchas de las productivas hanegadas. Hoy en día la pequeña pedanía vive rodeada de autovías, taludes de las vías del tren y un polígono industrial que ha supeditado el desarrollo del pueblo.

Sin embargo, los campos y alquerías que aún se conservan en Forn d'Alcedo, o su bonita iglesia de color ocre, todavía son poderosos atractivos para el visitante, algo de lo que Valencia debería presumir.

En Forn d'Alcedo brilla con poderosa fuerza la centenaria iglesia del Santísimo Cristo de la Agonía, un templo que lleva el sello del arquitecto Javier Goerlich Lleó. Fue uno de sus primeros diseños a principios del siglo pasado, de líneas neogóticas, especialmente en su interior, ya que en su fachada los rasgos son algo más sencillos. Al ser de construcción más o menos reciente, la iglesia todavía se encuentra rodeada en su parte posterior de campos de cultivo, lo que realza su silueta.

Y llegó la industria

Lo curioso de Forn d'Alcedo es que no tiene un casco antiguo definido, sino que se observan varios grupos de alquerías separadas por campos, por lo que la iglesia y la plaza forman un importante elemento aglutinador. No obstante, en la década de los años sesenta se construyeron 320 viviendas de la cooperativa de trabajadores ferroviarios y más tarde otros edificios de varias alturas que permitieron crecer mucho la población de la pedanía, pero rompieron la armonía del entorno rural.

En paralelo llegó la industrialización de buena parte de terrenos de huerta. Se creó un polígono pegado a las viviendas, sin ningún plan para salvaguardar ni conciliar las vidas de sus vecinos. Es decir, sin prever las molestias que ocasionaría, fundamentalmente tráfico y mucho ruido. Hoy es un enclave viejo, inacabado y también algo destartalado, que ha crecido sin respetar el desarrollo de la población. En algunas calles, como la de Carlos Marx, adosados y naves industriales se encuentran en un surrealista cara a cara.

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