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Diez mil

Diez mil

Los Reyes le trajeron un patinete. Negro, las letras en verde fosforescente, las llantas de las ruedas de ese mismo color; mayor la delantera que la trasera. Salió de casa decidido a seguir el carril bici hasta la plaza del Ayuntamiento el domingo que se peatonalizaba y acogía un mercado de frutas y hortalizas de proximidad. Se cruzó con varios niños y niñas que montaban también en patinete. Él ya había cumplido cincuenta y seis, ellos muchos menos. En la plaza había tanta gente que no entró.

Europol, que como casi todo lo que tiene que ver con Europa últimamente no se sabe muy bien para que sirve, ha comunicado que al menos diez mil niños han desaparecido desde su llegada a la Unión huyendo de Siria y otras zonas en conflicto. Aclaran que han quedado en manos de una infraestructura criminal paneuropea y que se pierde la pista de unos cinco mil al llegar a Italia.

Europa está luchando en batallas equivocadas por razones equivocadas. Dicen que Draghi está deprimido porque los países abandonan las políticas de austeridad. Al tiempo, en varios países, vanguardia de los derechos sociales, se apropian de los bienes de los refugiados. Les quitan el dinero y las joyas para pagar sus gastos. Schengen está saltando por los aires y la última ocurrencia es sacar a Grecia de ese territorio de libre circulación. Diez mil niñas y niños han desaparecido mientras discutían qué hacer con los refugiados y cómo contentaban a sus electorados nacionales al hacerlo.

Las ciudades no tienen sentido si no son para conformar espacios de futuro. Territorios para la infancia de hoy y de mañana. ¿Acaso hay otra razón para abrir plazas, recuperar espacios peatonales, pensar en el comercio de proximidad, plantar árboles, controlar la contaminación, llenar de contenido las bibliotecas? Hablar de futuro siempre es hablar de infancia. ¡Diez mil desaparecidos dice Europol!

Siempre hemos pensado que nos cimentamos sobre la libertad porque todos venimos de un lugar menos libre. Salen del horror, de la guerra, de la muerte, de la hambruna y desaparecen. La Comunidad Valenciana ofreció valientes ofertas al gobierno central para ser territorio de acogida que han sido respondidas con rechazo o un escalofriante silencio. Nuestro ayuntamiento manifestó su voluntad de ser ciudad de acogida. Más silencio. Es el momento de repetirlo, de gritarlo, de lucharlo. Diez mil infantes ya no podrán ser acogidos, han desaparecido.

No hay hoy causa más noble y justa que acoger, proteger y cuidar a quienes huyen de la más bárbara de las situaciones, la barbarie de la guerra.

«Vergüenza contra dinero» era el lema del Partido Ortodoxo del Pueblo de Cuba cuando afrontó las elecciones de 1952, que hubiera ganado de no haber sacado Batista los militares a la calle. Vergüenza contra pasividad, contra la indiferencia, contra el silencio. Vergüenza por los diez mil desaparecidos.

Se conocían poco. Mientras él tomaba una cerveza con sus padres le prestó el patinete, ella encantada le demostró, con un par de acelerones, que merecía la confianza depositada. Cuando se sentó a su lado, él le preguntó si fue ella la que pillaron el año pasado besándose en un pasillo del colegio con otro niño. Rápidamente le cuchicheó el nombre de los protagonistas. No fue ella. Tiene ya seis años y se llama Marta.

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