Como cuando un domingo al mes los Museos Vaticanos son gratis, cientos de personas se acercaron ayer hasta la iglesia de San Nicolás, en la calle Caballeros, para ver en primera persona los frescos recién restaurados de la que ya se conoce como la «Capilla Sixtina» valenciana.

No son de Miguel Ángel, pero los cerca de 1.900 metros cuadrados de frescos barrocos pintados por Dionís Vidal y Antonio Palomino sorprendían ayer a los visitantes casi tanto como la Creación que preside los concilios para elegir Papa. «Son increíbles, no sabía que teníamos esto aquí», era una de las valoraciones más repetidas en las largas colas que se formaron a la entrada del templo, que abre sus puertas toda la semana, menos el lunes, para visitas turísticas.

Gracias a una restauración de 4,7 millones de euros sufragada por la Fundación Hortensia Herrero, los frescos de Palomino „en cuya rehabilitación ha participado Gianluigi Colalucci, que restauró las pinturas de Miguel Ángel en Roma„ dejaban ayer boquiabiertos a los visitantes que se acercaban hasta el templo.

Ordenados en largas colas en torno a los bancos de culto, cientos de vecinos y turistas paseaban bajo los frescos con la mirada perdida en las alturas. Familias, grupos de amigos, parejas... nadie quería perderse las obras recién restauradas, que ocupan toda la bóveda del templo de Ciutat Vella, que ha habilitado horarios especiales, más allá de los horarios de culto donde la iglesia acoge eucaristías, según explicaron fuentes del templo.

«Con seguridad esta intervención va a ser un motivo para que la gente venga a visitar Valencia», dijo el pasado jueves la directora de la Fundación Hortensia Herrero, Elena Tejedor, y no le faltaba razón a tenor de la gente que ayer esperaba en la cola: Torrent, Xirivella, Quart, Aldaia, sí, pero también había visitantes de Inglaterra o Rusia. San Nicolás y sus frescos se convierten, poco a poco, en polo de atracción turística.