­Las caras de las 200 personalidades que llenaban uno de los suntuosos salones del Hotel Ritz de Madrid se contrajeron cuando el alcalde de Valencia, Joan Ribó, empezó a desgranar ejemplos de la discriminación que la Comunitat y su capital sufren en los presupuestos del Estado: 171.000 euros para el IVAM, 36,6 millones para el Museo Reina Sofía, dos millones para el Museo Nacional de Arte de Cataluña; 500.000 euros para el Palau de les Arts, 9,5 millones para el Teatro Real; más de siete millones para el Liceo de Barcelona, 1,6 millones para la Maestranza de Sevilla.

«Somos la tercera ciudad de España pero eso no se ve en los presupuestos», dijo Ribó antes de hacer votos para que un gobierno progresista que siga el ejemplo de Valencia y de la Generalitat sustituya pronto al de Rajoy y el PP. Aún tuvo en su intervención tiempo para ofrecer más ejemplos de lo que considera una sucesión de agravios. «Madrid está ejecutando el tercer túnel de vías que cruza la ciudad y Barcelona el segundo: Madrid 3; Barcelona 2; Valencia 0. Es el palmarés en infraestructuras ferroviarias urbanas».

Pero el primer edil no tomó el AVE y se plantó en la capital para exponer sólo ejemplos de discriminación. Desde la tribuna del Forum Nueva Economía proclamó que la sociedad valenciana «no es la que asoma estos días en las televisiones. Son solo unos cuantos los que, bajo el signo de la gaviota, se empeñan en ensuciar nuestra imagen como ciudad, queriendo hacernos creer que lo suyo es cuestión de unas pocas manzanas podridas, cuando es todo su cesto el que rezuma hedor». Poco importó que la conferencia tuviera por título «Smart city, foro de la nueva ciudad». Ribó no dedicó ni un segundo a detallar los proyectos de innovación que Valencia tiene en marcha vinculados al uso de las nuevas tecnologías como medio de mejora de la calidad de vida y de generación de riqueza. Su discurso fue analógico, no digital. Como ha hecho en otras intervenciones públicas, se entretuvo en describir lo que él llama «la herencia Barberá», en la que incluyó las estrecheces económicas como consecuencia de la corrupción, el despilfarro y decisiones equivocadas, entre las que descató la política de eventos impulsada por el PP y tras lo que volvió a pedir la condonación de los casi 400 millones que se deben de la reforma de la dársena por la Copa del América de Vela.

Resiliencia, la capacidad de las personas para levantarse después de haber caído, es lo que según Ribó marca los pasos de la ciudad ahora, una ciudad que vendió ante un foro principalmente económico, trufado de altos ejecutivos de empresas de servicios como Telefónica, Iberdrola, FCC, Tecniberia, Agricultores de la Vega, Pavasal y otros, como líder portuaria por delante de Barcelona, con unas fiestas falleras que quieren ser este año declaradas patrimonio de la Humanidad, orgullosa de su patrimonio artístico (en especial de su pertenencia a la ruta de la seda) y que ha tomado la delantera ambiental al asumir compromisos contra el cambio climático y en la protección de la Albufera y de la huerta. «Valencia está en marcha», dijo en el epílogo. «Nunca dejó de estarlo, aunque los aprovechados de ayer (hoy imputados», quisieran hacer de ella su cortijo».