Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

L'Ullal

La huella del convento de la puridad

La huella del convento de la puridad

La ciudad de Valencia representó, a partir del siglo XVII, el modelo de «ciudad conventual» dando lugar a una gran relevancia de los edificios religiosos. Entre el gran número de conventos-fortaleza que se edificaron fuera de las murallas de la ciudad, destacan el de Santo Domingo, San Francisco (cuyas ruinas están bajo la plaza del Ayuntamiento), San Agustín, El Carmen, La Merced, Santa Magdalena, San Juan del Hospital, El Temple y La Puridad. Algunos lograron salvarse, pero en otros casos, personas agraciadas con el poder los adquirieron a bajo precio guiados por un interés meramente especulativo. Esto ocurrió con el Monasterio de la Puridad, que fue adquirido por un industrial madrileño y poco después derribado para abrir las calles de Moro Zeit y rey Don Jaime y construir varias fincas de viviendas burguesas. El convento de las Clarisas, también conocido como convento de Santa Isabel „ en recuerdo de Santa Isabel de Hungría, hija del rey Andrés II de Hungría- renombrado más tarde como Monasterio de la Puridad, llegó a ser uno de los mayores del Reino de Valencia. Fue fundado por Jaime I en 1235, antes incluso de la conquista de Valencia. Su construcción se inicia en 1239 por encargo del monarca a Pérez de Arenós, a quien entrega una ermita extramuros con el encargo de convertirla en convento para las religiosas de la Regla de Santa Clara. La primer abadesa fue Clara, una joven perteneciente a una familia de la nobleza de Asís. Se construyó en el poblado de Roteros junto a la Morería y siempre gozó de la protección de los reyes de Aragón y más tarde de Fernando el Católico, Carlos I y Felipe II. En 1698 se construyó un muro que rodeó el huerto para proteger la vida de clausura de las religiosas, tan grande era el huerto que disponía de 19 pozos de agua potable para regar. Tras 600 años de existencia del monasterio, con la llegada de la desamortización de Mendizábal de 1835, se decretaría la extinción de todas las órdenes religiosas y el depósito de todos sus bienes en manos del Estado. Suprimido el Monasterio de la Puridad, las religiosas se vieron obligadas a abandonar sus dependencias y a trasladarse a la Casa de la Cofradía de San Jaime, situada en la estrecha calle de la Puridad, entre las plazas de Manises y de la Virgen. Este histórico lugar había sido sede de la Cofradía de San Jaime fundada en 1246 por Jaime el Conquistador y a la que donó el palacio que había pertenecido al Rey Lobo. La comisión de Legado Histórico y Patrimonio del Consell Valencià de Cultura estudió hace ya casi diez años la petición de la Plataforma Acció pel Patrimoni, y delegó en los consellers Huguet y Morenilla la elaboración de un informe acerca de los restos del muro del convento de la Puridad que todavía pueden verse entre las calles de Murillo y Palomar. También unos cuantos árboles del jardín del convento, como un olivo de 16 metros de alto que bien podría catalogarse como árbol singular, junto a tres palmeras y dos ficus, según se establece en la Ley de Protección del Patrimonio Arbóreo. Es realmente milagroso que queden restos de un convento fundado en 1235, no los dejemos perder.

Compartir el artículo

stats