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Divagaciones

Asunción: el ministro que dimitió

Asunción: el ministro que dimitió

La muerte es extraña despedida. Sin embargo se establece un misterioso reencuentro entre la persona que se aleja hacia ese mundo del que nada sabemos y el pensamiento del los quedan en esta vida de la que, también, sabemos bien poco€

Conocí a Antonio Asunción como mi Gran Jefe de Teatres de la Diputación, él y Jesús Ros, diputado de Cultura de aquel entonces, me asombraron, me encontré con unos políticos educados, inteligentes, sensibles y eficaces. En mi vida laboral los eché mucho de menos€

Mi recuerdo va hacia una tarde que se fue yendo€ Las palabras de A. Asunción, quedaron en esas horas azules que ahora me envuelven.

En su sangre llevaba la política y el mar; tengo la seguridad que todos los peces le votaban. La cultura era parte de su espiritualidad; abierto a todo aquello que le hiciera pensar y sentir.

Un fragmento importante de su vida se desarrolló en las cárceles españolas, donde estableció un plan penitenciario que sigue vigente.

Ha recorrido muchos caminos libremente, respondiendo solo ante sí mismo, lo que le otorgaba una total independencia. Se consideraba un hombre incrédulo y la rebeldía, era consecuencia de su incredibilidad.

Recordaba perfectamente su dimisión como Ministro del Interior: «Lo tengo muy presente y creo que es una de las decisiones más serenas y de mayor análisis que he tomado. Hice lo que creía y debía hacer». Y añadió: «Estas decisiones están siempre rodeadas de soledad». Miré a ese mundo en el que nadie dimite€

Desde la perspectiva del tiempo, veía la política de forma diferente: «Teníamos tantos años de contención que aquella explosión de libertad producía una política de gran apasionamiento. Donde lo que era el poder por el poder o las cosas más pegadas a los intereses quedaban soslayadas; donde la ideología tenía un peso muy especial. Ahora es todo más pragmático y si lo analizas hay que decir: ¡afortunadamente! porque es una consecuencia de la normalidad democrática. En política se ´crispa´ y se ´descrispa´€ Va con el cargo».

Sobre la desconfianza del pueblo hacia los políticos, matizó: «La gente, en la medida que va adquiriendo cultura política, la va desmitificando, como ocurre en todos los órdenes de la vida. Cuando se conocen bien las cosas dejan de ser sublimes, para ser más humanas». En aquella lejana tarde miró hacia el nacionalismo: «A mí no me parecen mal los pactos con los nacionalistas, creo que son saludables para la gobernabilidad de España».

No tenía dudas sobre el fanatismo: «El fanatismo es la desviación de la creencia. He conocido a presos de ETA, con delitos horrendos sin ninguna formación sobre lo que es legal o ilegal, y a partir de ahí no tenían ningún tipo de traumatismo. La formación, la información y la cultura son las mejores armas». Cuando le pregunté sobre la globalización, miró hacia la templada tarde que partía€ «Debería contemplarse desde la solidaridad. Cuando se habla de solidaridad cómodamente desde el sofá de casa, es fácil, pero cuando hay que abrir la ventana€».

Recuerdo sus apreciaciones sobre el triunfo y la derrota: «Eso ya es: ´Anem fregir i menjant´». Y sobre los pecados de los valencianos: «Hay algunos estupendos», rió, «no quiero repetir aquí el Virgo de Vicentet». Terminó desdramatizando aquella larga confesión diciendo: «Tot lo bo es pecat».

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