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Un serial urbano

Un serial urbano

Antes de salir de casa se asoma a la ventana. Gafas, tabaco, llavero, cartera y dinero buscan sus bolsillos predestinados. Lo observa ronronear en círculos, de menos de diez metros, alrededor del portal. No le hace esperar. Se hacen los encontradizos, se saludan y hablan. Llevan meses así. Sabe mucho de su mujer, de sus hijos y de sus nietos. Le ha enseñado cómo se subvenciona vidas sin humillar, cómo se afrontan enfermedades impronunciables, como se gozan los goles del equipo del alma. Le orienta, desde su vida, a vivir la suya propia.

Pronto una nueva tele autonómica va a empezar a emitir. El mundo de la producción audiovisual valenciano está inquieto, excitado, movilizado y preparado para ofertar sus productos. Cuando parece que todo está inventado siempre hay sorpresas a la vuelta de la esquina. Muchos de los futuros contenidos son previsibles. Habrá informativos, documentales, películas, concursos, debates, programas de investigación, espacios de humor, € lo que viene siendo una televisión, vamos.

Innovador sería rodar series de la Valencia urbana ignorada tanto tiempo por la vida oficial. En otras épocas se buscaba identificar lo valenciano con un mundo rural hoy irreconocible. Chascarrillos y tópicos perseguían un alma valenciana hoy diferente.

Las tribus urbanas, los bares de culto, las profesiones emergentes deberían tener sus espacios de ficción, que nos las descifraran. Nuestra ciudad ha cambiado mucho, y no solo porque la ciudadanía votante haya dado la espalda a unas fuerza políticas y hayan apostado por otras. Eso es solo una consecuencia del cambio. Sentados en el autobús, en un restaurante o solo paseando nos llegan ecos de historias que no se reflejan en los medios de comunicación habituales ni sobre los que desarrolle ficción y, mucho menos, que serien las televisiones.

Benimaclet y sus vecinos, las inmobiliarias de barrio, los bares de Ruzafa, los institutos de bachiller, el juzgado de guardia, el retén de bomberos, algunas librerías; prácticamente cualquier ámbito de la vida valenciana tiene pendiente una serie de televisión.

Las respuestas a las preguntas que nos hacemos están en las calles, aunque las de cada barrio sean diferentes. Las relaciones afectivas, los dramas personales, las alegrías profesionales, los anhelos, las victorias y las derrotas nos sitian. Los valencianos no somos como los tópicos nos dibujan pero aún nadie nos ha expuesto al escrutinio público. Somos lo que leemos y lo que vemos pero ni leemos ni vemos lo que tenemos más cerca. Estamos esperando el serial urbano que nos refleje.

Llevan décadas intercambiando información sobre el gran espectáculo de la política. No coinciden en casi nada pero les fascina el juego, sus reglas, o mejor; su ausencia de reglas. Cada vez que uno hace un descubrimiento lo comparte con el otro. «El ala oeste de la Casa Blanca», «House of cards» en la antigua versión británica o la moderna norteamericana, «Yes, Minister», «Borgen», «Political animals», «Veep», «El juego del cambio», «1600 Pen», «Boss», «Parks and Recreation», «Sra. Presidenta», «Spin city», «The tick of it», «Jack Bobby» y alguna otra serie, les han dado para horas de conversación. Lo que en realidad les gustaría es ser incorpóreos unos días, vagar por el Palau de la Generalitat y el Palau de Valeriola, ver qué se cuece en directo. A falta de imposible invisibilidad sueñan con una serie política valenciana.

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