Hemos tenido ocasión de asistir recientemente a una misa dominical que nos ha recordado los años juveniles, pues nuevamente vimos al sacerdote celebrar de espaldas a los fieles y de cara al altar, revestido con la casulla del mismo color que otros atuendos, incluso con el cáliz cubierto igual y con la «carpeta» sobre el mismo.

Ha ocurrido en la ermita de Santa Lucía, en la calle del Hospital, donde a las once de la mañana de los domingos se ha acordado celebrar una misa como antaño, en la que vimos incluso algunas damas con la mantilla, como en aquellos tiempos.

Toda la celebración se pronunció en latín, y así volvimos a escuchar el «Dominus voviscum- et cum spiritu tuo» y el «Kyrie Eleison» „bueno, esto es griego„. Solamente la epístola y el evangelio se leyó en español, y lo mismo la homilía. Igualmente, el misal era trasladado de un lado al otro del altar, para pasar de una lectura a la otra; entonces aún no se hablaba de «derecha e izquierda», sino de «lado de la epístola y lado del evangelio».

Para estos movimientos, vuelve a estar un monaguillo o ayudante, que lleva a cabo unas tareas como las de aquellos tiempos. Por ejemplo, es el que ayuda al celebrante echando el vino y el agua en el cáliz, así como, a continuación, le lava y seca las manos.

Cuando llega el momento de la consagración, el ayudante, de rodillas, se acompaña de una campanilla, que hace sonar en cada alzamiento de la forma y el líquido ya consagrados.

Aún nos trajo más al recuerdo una emotiva rememoración cuando, al ir a recibir la Comunión -para lo que ocupamos, como antaño, el reclinatorio-, el monaguillo, con una vela encendida en una mano, colocaba bajo nuestra barbilla una bandejita para evitar la caída de cualquier porción de la forma.

Al término de la ceremonia, y tras recibir la bendición, volvimos a oír y escuchar aquello: «Ite, misa est», a lo que respondimos: «Deo gratias». Por cierto, que recordamos con sonrisa cómo la traducción que se ha dado a estas dos últimas frases no corresponde al texto transcrito; pues lo literal en español sería: «Marchad; la misa ha terminado», para que contestáramos: «Gracias a Dios», lo que parecería inoportuno.

Esta misa, en la ermita de Santa Lucía, va acompañada con acierto del reparto de unas hojas con los textos en ambos idiomas, para que quienes deseen seguir la ceremonia en español o en latín puedan leerlo perfectamente.

Con los debidos respetos, y sin hacer anécdota de la situación, la verdad es que la «vuelta al pasado» nos ha emocionado, pues hemos revivido nuestros tiempos escolares y hemos vuelto a responder con los mismos términos que aprendimos y que, a pesar del tiempo transcurrido, no hemos olvidado.