El túnel ferroviario del Cabanyal posibilitó la conversión en barrio de este poblado marítimo. Mañana hará 25 años desde que se iniciara el tráfico de esta obra de ingeniería que costó más de un dolor de cabeza para la administración central y autonómica por el desafío geológico que presentaba la creación de un túnel a 1,5 kilómetro de la costa.

Su construcción significó uno de los primeros triunfos del movimiento vecinal, uno de los aspectos más representativos del régimen democrático que España hace poco que había inaugurado con la aprobación de la Constitución del 1978.

Pero no fue hasta 1979 cuando se eligió enterrar las vías del tren, y con ellas sepultar problemas de seguridad vial que sufría esta parte de la ciudad. Las obras no empezaron a fraguarse hasta 1986 a causa de los condicionantes que presentaba esta construcción, cuya consecución produjo accidentes laborales y un sinfín de informes para hacer frente a todos los problemas de la obra, relacionados con la consistencia del subsuelo, entre otros.

Pero si hay algo que produjo esta construcción, fueron números rojos. De hecho,el Ministerio de Transportes denegó la prolongación del túnel a causa del sobrecoste.

Finalmente, se construyó un túnel de doble vía con 16,20 metros de amplitud y 450 metros de longitud. El 14 de abril de 1991, un día después de que los primeros trenes pasaran por debajo del barrio del Cabanyal , se efectuó la inauguración de la obra, que gozó de gran expectación por parte de los vecinos y las autoridades de la ciudad.

Alegría para los vecinos

A pesar de las ventajas que suponía la creación de este túnel desde el punto de vista del tránsito de mercaderías, los vecinos del Cabanyal fueron los principales beneficiarios de esta construcción. Sobre todo aquellos que convivían con el silbido de los trenes. Es el caso de las 20 familias que residían en el bloque de edificios de la calle Juan Mercader, unas viviendas que fueron cedidas por Renfe a sus trabajadores de este poblado marítimo. Estas fincas, de unos cuatro pisos de altura, estaban pegadas literalmente a la antigua estación de tren del Cabanyal, y por detrás, colindaban con el antiguo andén de pasajeros.

La creación del túnel del significó un cambio de modelo de movilidad para una ciudad que comenzaba a presentar síntomas de congestión en el tráfico y un gran número de accidentes, muchos de ellos ocasionados por los trenes o tranvías que cruzaban algunos barrios de la ciudad, como es el caso del Cabanyal o Benimaclet, por donde pasaba el trenet.

La avenida del Puerto era una de las vías donde más se producían los atascos. De hecho, en ocasiones llegaban a contabilizarse sesenta mil vehículos frente al tránsito ferroviario, el cual ocasionaba constantes retenciones durante la bajada de las barreras.

Otro de los problemas endémicos de la antigua estación de tren era su ambiente degradado a causa de la presencia de la droga en este lugar de paso. Algunos de los vecinos narraban a Levante-EMV, como las jeringuillas habían acabado formando parte de este enclave del barrio, ya que la estación se había convertido en el punto de encuentro de decenas de drogodependientes de la ciudad. De hecho, las páginas de sucesos recogían más de una vez cómo las autoridades recogían a víctimas de la droga en estado crítico en los andenes de la estación.

A pesar de que algunos de estos problemas prosiguen en el barrio, el túnel ferroviario hizo posible la reconciliación de este antiguo poblado marítimo con una ciudad que necesitaba abrirse al mar. Un deseo al que no renunciaría hasta años después.