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La boina de Josele

La boina de Josele

l sábado pasado visitó nuestra ciudad Josele Santiago. Estaba en plena forma, todo hay que decirlo, será el amor. Buen ambiente en la Matisse compartiendo risas y música. Una presencia que llena el escenario y unas letras profundas y divertidas. Entre el público caras conocidas, como Manolo Divago, Cisco Fran y Raúl Tamarit (¡cuánto rock junto!). También terremoto-Mireia y el siempre encantador Assad, de Sokolov entre otros «enemigos acérrimos». Entre otras frases para enmarcar Josele, al presentar Cachorrilla, dijo que cuando desaparezca la última boina de la tierra todo habrá acabado, no habrá más Pío Baroja. La letra dice que «la boina se lleva dentro, luego sale o no». Creo que últimamente la mía está creciendo, y mucho. Y eso es algo que me alegra sobremanera. Los primeros síntomas los noté cuando Carolina Punset dijo que el hablar valenciano nos hacía aldeanos, ahí noté cómo algo comenzó a crecer. Parecía una pequeña protuberancia en el centro de mi cabeza.

Después leyendo sobre los papeles de Panamá, aún me crecía más. En fiestas, viendo como la pseudo-izquierda mira por encima del hombro las manifestaciones lúdicas populares propias, mi boina ya parecía una pamela. Con el asunto de las declaraciones de Rita en el caso Nóos en el que dice que los valencianos no sabíamos lo que era la Copa América pero que sabíamos que era bueno, más todavía. Si, tengo boina, una boina que me aferra al suelo. Cada vez soy más consciente, cada vez que veo que triunfan en la tele programas americanizados me siento más de aquí. Cuando se pone de moda algo que no entiendo como el brunch, o el afterwork más grande noto mi boina. Cuando escucho a indis cuya lengua materna es el valenciano cantando en inglés, al ver un cartelito que pone muffi o cupcake debajo de una magdalena, al pasar delante de un gastrobar (qué hace un bar si no es gastronómico), cuando pido un gin tonic y me ponen una ensalada en la copa, sigue y sigue. Pero la mía es una boina bien entendida, no como la de Fernández Díaz nombrando a Marhuenda comisario honorífico o condecorando a una imagen. O como la de Conde que parece que ya nadie se acordaba de él y reaparece con fuerza. No como la de Rita cuando decía que no iban las cutrerías. Mi boina me hace mirar el mundo sin complejos, disfrutar de lo que de verdad merece la pena. Sentirme bien en mi ciudad y saber que no se parece ni de lejos a la imagen que se ha dado de ella. Una boina que me permite saber que es lo importante, escuchar lo que me apetece escuchar. Pero por encima de todo me permite estar con otras boinas, compartir la vida con ellas. Una boina sirve para quitarse las tonterías, a boinazos. Y luego al sol, como Josele.

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