Los vecinos en Ciutat Vella se mostraron ayer encantados con la idea del Ayuntamiento de Valencia de destinar la zona naranja en exclusiva para los residentes. Tal como adelantó ayer Levante-EMV, la Concejalía de Movilidad Sostenible propondrá la modificación de la ordenanza municipal que regula el estacionamiento de pago residencial para que, particularmente en el centro histórico, se favorezca a sus inquilinos en detrimento de los no residentes, que ya no podrían usar estas zonas. La medida trata de evitar el «tráfico oportunista» que genera.

Quienes acuden a trabajar al centro y muchos comerciantes piden el edil responsable, Giuseppe Grezzi, que se les permita también usar estas plazas, debido a que ahora se ven obligados a dejar sus vehículos en otros barrios por que la zona naranja es muy cara. Mientras, los hosteleros consideran que la medida será perjudicial para sus negocios, ya que se nutren de muchas personas que vienen de otros lugares de la ciudad.

El Carmen se prepara, como cada fin de semana, para la habitual invasión de turistas y vecinos de otras zonas de la ciudad que acuden al centro histórico como su referente de ocio. Bares y restaurantes se llenan hasta los topes, mientras muchos vecinos asumen los inconvenientes de vivir en un lugar con tanto atractivo. Para unos y otros, el aparcamiento es fundamental, y más en un barrio que, por su estrecha fisionomía, apenas tiene plazas disponibles. Así que la zona naranja de calles Pintor Zariñena, Beltrán Bigorra, Corona o Sant Donís se convierten a las ocho de la tarde, cuando el estacionamiento es libre (también de 14 a 16h.), un trajín incesante de vehículos buscando uno de los escasos huecos disponibles. Preguntamos a vecinos, comerciantes y hosteleros cómo les afectará la medida. No hay consenso. Lo que para unos será todo un acierto, para otros, todo lo contrario.

Hora y media para aparcar

Rafa y Encarna tienen una pescadería en el mercado de Mosén Sorell y reconocen que la medida que quiere llevar a cabo el ayuntamiento «será mejor para los vecinos». Su clientela es básicamente del barrio por lo que no creen que su negocio se vea afectado, «aunque otros tal vez sí lo noten». «Afortunadamente nosotros tenemos aparcamiento reservado del mercado, porque una mañana en zona naranja te sale por 18 euros. Es una barbaridad», explica Rafa.

Enrique acaba de aparcar su coche en la calle Sant Donís. Mientras su mujer le ayuda a montar el carrito para el bebé, este joven vecino del barrio explica que a partir de las ocho de la tarde «es a veces imposible» aparcar porque se convierte en una zona abierta. Evidentemente, está totalmente a favor de la medida que propone Grezzi. «En ocasiones nos hemos tirado hora y media para encontrar aparcamiento, por lo que una medida así estaría muy bien para los que vivimos aquí», explica.

Luis regenta la Papelería Sanz y no tiene problemas para aparcar porque tiene plaza propia, pero considera que si se restringe a solo residentes la zona naranja «será negativo» para el comercio, aunque admite que su clientela es principalmente del barrio y que le incomoda «tener que estar dando cambio a la gente porque las máquinas no aceptan monedas de 2 euros».

Hortensia es vecina del Carmen y trabaja en el restaurante San Miguel, situado en la plaza del mismo nombre. Considera que la iniciativa del consistorio será perjudicial para la hostelería. «Menos mal que Ribó le paró los pies a Grezzi sobre lo de aparcar en el carril bus? Ahora si limitan la zona naranja estaremos igual. Si no puede venir la gente al barrio nos afectará a los negocios hosteleros», explica. Sin embargo, una gran parte de su clientela son turistas que se desplazan a pie o en transporte público por el centro histórico.

Hortensia aprovecha para exigir una solución para los trabajadores: «Aparcar en la zona naranja es supercaro. Necesitamos que nos den servicio a nosotros, a trabajadores y comerciantes. Además, si va a seguir la peatonalización del barrio, esta será la única entrada que tendremos», reconoce. Cuestionada sobre si la peatonalización de Bolsería ha afectado al restaurante, asegura que no «porque tanto esa calle como Caballeros siempre son un río de gente andando».

A Juan y su esposa, ambos jubilados, les preguntamos mientras pasean por el Carrer de Dalt. No son vecinos del barrio, pero están muy contentos de que la ciudad gane espacios para el viandante. «Qué gusto da pasear por un centro así, como puedes hacer por las principales ciudades europeas. Ya era hora que se tomaran medidas como éstas», aseguran.

El problema de los servicios

En cambio, Andrés, electricista de profesión, se muestra enojado con la idea. «No tienen suficiente con cobrarnos una pasta por un par de horas aquí a los que no somos residentes, que ahora no nos quieren dejar aparcar. Que nos expliquen cómo vamos a dar servicio al barrio. Tendrán que buscar una solución», reclama.

Preguntamos también una trabajadora de la contrata de la ORA que prefiere no dar su nombre, pero que hace una radiografía impecable de la situación: «La mayoría de los estacionamientos los usan residentes, porque es muy caro para quien no lo es. Si alguien lo utiliza es de forma esporádica y por poco tiempo. Si finalmente se queda para zona exclusiva para residentes, no creo que cambie mucho las cosas, excepto para cuando es estacionamiento libre. Ahí sí habrá un cambio sustancial».