Acudieron 325, pero aún pudieron ser más. Todos ellos son descendientes de un mismo matrimonio, el formado por Manuel Casanova Albert y Francisca Aguilar Almenar. Él nació en 1792 y es la referencia más antigua a la que se ha conseguido llegar como tronco de una dinastía que dispone de uno de los apellidos más conocidos y característicos de la ciudad: Casanova. Banco de Valencia, Valencia Club de Fútbol, Industrias Aceiteras Casanova, Cifesa, Club Náutico de Valencia, Casa de la Caridad... son entidades o empresas que han llevado vinculación a tan peculiar, por poco extendido, apellido. Habiendo pasado ya ocho generaciones (por encima del trastatarabuelo), y multiplicándose la descendencia en progresión, los Casanova (tataranietos, choznos y bichoznos de Manuel y Francisca) han recuperado una costumbre: reunirse. El pasado domingo fue la tercera edición de un rito que se produce cada bastantes años: las anteriores fueron en 1971 y 1996. Unos llegan y otros se van y, mientras, se van conociendo nuevas relaciones. Fue en la masía de Campo Aníbal, propiedad de una de las ramas (la de Eduardo Casanova). Una misa (oficiada por un Casanova), una charla didáctico-genealógica y una comida permitió unir a gran cantidad de familiares, con línea vertical de bisabuelo a biznieto. Y en horizontal, primos y sobrinos cuartos, quintos, sextos...

«Nos consta según la documentación de la conquista de Valencia que dos caballeros eran Casanova. Uno de ellos era de Barcelona, Benito Casanova y otro, Pierre de Casanova, era parisino. Creemos que éste es el original de nuestro apellido porque en nuestro escudo de apellido hay dos flores de lis, que en la heráldica del Siglo XIII ya es propia de Francia» asegura Antonio Casanova, el coordinador de este macroevento familiar. Entre aquel repoblador y el antepasado de finales del Siglo XVIII hay un vacío «propio de una familia que no es de la nobleza y que, por consiguiente, ha tenido que buscar sus ancestros a través de los archivos».

De Carpesa a la calle Sagunto

Consiguiendo sacar datos de lo que no se destruyó en la Guerra Civil „los incendios en iglesias y parroquias convirtieron en cenizas miles y miles de partidas de nacimiento y defunción y, con ellas, los nexos con familiares de todos los valencianos que ahora son imposibles de rastrear„ se llega a este Casanova Almenar «que era de Carpesa y se fue a vivir a la calle Sagunto». Allí pasarían los Casanova el siglo XIX para, a primeros del siguiente, entrar ya murallas adentro. «Investigar las generaciones anteriores es un ejercicio apasionante. Encuentras la vida: nacimientos, muertes, matrimonios... hasta las dotes».

Ser un Casanova en Valencia tiene enjundia. Es uno de los apellidos más vinculados al «cap i casal». «La verdad es que hemos tenido mucha relación con aspectos importantes de la ciudad». Y sin pertenecer a la aristocracia. Ni a la agricultura. «Este Manuel Casanova aparece como "medidor" y nuestra relación ha sido con los mundos del comercio, el transporte, la industria...».

Juan, Eduardo, Manuel, Luis, Jaime, Alberto... todos con el apellido, pero también otros que lo perdieron hace alguna generación (como los hermano Salvador Serrano Sastre o Federico Martínez Serrano, que también son Casanova). Segundos apellidos como Royo, Safont, Civera... Y alguno que partió, como Antonio Lleó Casanova, de la rama que vino desde Madrid.

Antonio Casanova, conocido por presidir la Casa Caridad, se siente orgulloso además de que «somos una familia que nunca ha reñido y que nunca hemos salido "en los papeles" por cosas raras». Hay Casanovas con más dinero y con menos dinero, pero, sobre todo, orgullosos de pertenecer a cualquiera de sus estirpes. Que no tienen relación, por cierto, con Giacomo, el Casanova más famoso del mundo, el más ligón de los ligones, «pero pasó por Valencia, hizo honor a su fama y se fue huyendo de Carlos III».