La decisión de eliminar la exhibición de «tir i arrosegament» con las Rocas en la Pujada del Palau (junto al Palacio Arzobispal) ha reducido los daños que sufren los centenarios carros, según la primera evaluación de los responsables de Patrimonio una vez acabada la edición de 2016 del Corpus. Pero, a la vez, provocó un conato de bronca entre algunos de los asistentes, que esperaban ese momento con especial interés. A la vez, los dueños de las caballerías, la peña de esta tradición ecuestre de Castellar-Oliveral, aseguran que, aunque no la compartían, aceptaron la decisión incluso días antes en una junta directiva.

Estas son las conclusiones tras escuchar las versiones de las partes conocedoras de la cuestión. Las Rocas volvieron a su museo y se hizo una evaluación de daños. El restaurador jefe, Toni Colomina, destacó que, en general, las Rocas no habían sufrido tantos daños como otras veces «aunque el viento no ayudó y provocó, por ejemplo, que se rompiera el mástil de una bandera en la roca de La Fe, o que los árboles doblaran la espada de San Vicente. Eso son previsibles». La ausencia del tiro y arrastre propició que «no se hayan apreciado daños en zonas de la Roca proclives a ello, como son los lugares en los que la gente se agarra para poner las cosas complicadas al caballo».

La protección de las Rocas fue el motivo por el que se comunicó que irían en todo momento tirados por dos caballos y que no se les sometería a ningún tipo de empujón.

«Partamos de una base: si las rocas son un Bien de Interés Cultural y algunas se las data en el Siglo XVI, ¿en qué cabeza cabe someterlas al estrés que supone que la empuje un único caballo y que la gente haga de contrapeso agarrándose a ellas?».

Las Rocas más antiguas tienen, teóricamente, más de quinientos años de antiguedad. «No sabemos qué porcentaje de material real queda de cuando se construyeron, pero lo que está claro es que son un bien patrimonial que hay que cuidar. Hace ya unos años que existe más sensibilidad con la preservación del patrimonio festivo y la decisión es coherente».

Los caballistas de Castellar-Oliveral, que son los que surten de percherones al ayuntamiento, fueron informados días antes de la anulación del tiro y arrastre. Su presidente, Xavier Peñalver, apela al "respeta, pero no comparte" la decisión. «Se nos dijo, se habló en la junta directiva y se consensuó y acató la decisión. Nosotros lo teníamos claro. Es cierto que hubo momentos de tensión, pero por nuestra parte estaba asumido». Eso sí, con no toda la convicción. «Se ha hecho desde hace años y nunca ha pasado nada grave a las Rocas. Sinceramente, creo que no era para tanto, pero si el ayuntamiento dice que no se hace, pues no se hace y punto». Peñalver reconoce que «la explicación fue en todo momento por evitar los tirones y roturas a los carros. En ningún momento se cuestionó el trato a los animales. De hecho, los caballos están entrenados para hacer eso y compiten frecuentemente».

¿Se cruzan apuestas?

Las protestas se acentuaron especialmente con el paso de las últimas rocas «pero de la misma manera, otros aplaudían. Para mi gusto quedaba descafeinado, porque hay gente que viene expresamente para ver el tiro y arrastre y hacerlo allí es muy especial, pero somos unos mandados. Si el año que viene nos piden repetir, ahí estaremos».

En no pocas ocasiones se ha achacado el interés en esta particular competición a la existencia de apuestas entre labradores. Es como las primas a terceros en el fútbol. Nunca se han demostrado, pero todos los que saben hablan de ello.