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Recuperar la figura de Tórtola Valencia

Fascinantes mujeres de ahora y ayer

Un monólogo teatral recupera a la bailarina Tórtola Valencia, que hace un siglo rompía moldes

Fascinantes mujeres de ahora y ayer

Pilar Librada es una actriz extraordinaria. En su vida civil, como Pilar Martínez, durante muchos años llevó el protocolo de los Teatros de la Generalitat, y esto le impidió desarrollar la rutilante carrera que había emprendido muy joven, cuando se licenció en Historia del Arte por la Universitat de València y, habiendo cursado estudios dramáticos con John Strasberg y Carmen Portaceli, llegó a ser uno de los más relevantes miembros del Teatre Estable valenciano. Su trayectoria está poblada de personajes importantes: la Duniasha del «Jardín de los Cerezos» de Chejov; la Pasquala de «Gresca al Palmar» o la Elvira de «Los malcasados de Valencia», con la que se presentó en el prestigioso Festival de Almagro. No le han faltado incursiones en cine y televisión, a las órdenes del polifacético Rafa Gassent; los Sainets de Escalante en Canal 9 que dirigió Berlanga e incluso participaciones en desfiles como modelo.

Pilar Librada, abducida mucho tiempo por la Administración, al jubilarse recupera la libertad para volver a escena. Ahora es una dama experimentada que demuestra su buen hacer en cualquier papel, incluso como directora marcando la pauta de «El verí del Teatre» o, más recientemente en el rol de «Doloritas» en la comedia «Papá, me caso», un chispeante texto de Javier Reymundo donde todos los actores estuvieron magistrales, desde el propio autor que debía travestirse para seguir el ritmo de la trama hasta Quique Peña, Laia Serna, Rocío Bartolomé y Javier Peña.

Mientras se recupera la Televisión Valenciana y conseguimos que artistas como Pilar Librada sean conocidas del público mayoritario, la dinámica actriz nacida en Utiel prepara su próximo y arriesgado proyecto: un monólogo sobre la transgresora bailarina Tórtola Valencia, un personaje histórico olvidado en la actualidad pero que hace cien años representaba la modernidad femenina más absoluta.

Carmen Tórtola Valencia nació en 1882 envuelta en el misterio. Oficialmente hija de un comerciante catalán casado con una andaluza, la niña fue criada en Londres por un aristócrata inglés. Rumoreaban que era una hija secreta del Duque de Montpensier padre de la reina Mercedes de España y cuñado de Isabel II, que ocultó su desliz romántico enviando a la pequeña al extranjero, donde vivió protegida hasta la muerte de su tutor.

Abocada a ser una puritana ama de casa victoriana o una discreta monja anglicana, Tórtola Valencia tiró por la calle de en medio y, para garantizar su libertad humana y que ningún hombre la controlara ni sobre ella mandara, decidió ser artista, siguiendo el ejemplo de las bailarinas norteamericanas que estaban rompiendo las pacatas reglas del espectáculo europeo clásico.

Con la boca abierta

Tórtola Valencia mezcló las raíces folclóricas ibéricas con todo tipo de extravagancias árabes, hindúes y asiáticas, generando un producto nuevo que dejó con la boca abierta a los intelectuales de Europa y América. Los mejores poetas y escritores le dedicaban textos; los músicos componían música exclusiva para ella; los dos pintores españoles más destacados del momento, Ignacio Zuloaga y Joaquín Sorolla, pugnaban para pintarle un lienzo más grande que el otro. El culmen de su éxito fue la actuación que realizó en el Ateneo de Madrid, un templo clásico del saber donde nunca jamás antes había bailado una mujer, gracias a un comité de intelectuales que lideró García Sanchis y la predisposición del presidente Segismundo Moret. Hace poco la bailarina Clara Bueno emuló la hazaña rememorándola.

Tórtola Valencia condensó escándalo y arte. Recorrió Europa, bailó ante el Zar de Rusia, el Kaiser de Alemania y el Sultán de Turquía. Se alió con un archiduque primo del Emperador de Austria. Arrasó en toda América, desde el Canadá a la Patagonia. Cuando escribí mi libro sobre las Valencias del mundo descubrí sorprendido que en San Diego, California, la Valencia que allí existe fue levantada por un admirador suyo que incluso inmortalizó su efigie con unos azulejos pintados seguramente en Manises, y que todavía allí se conservan.

Tórtola es por tanto la mujer que popularizó el nombre de Valencia por todo el mundo veinte años antes que la Mistinguette estrenara el pasodoble del maestro Padilla. Siempre usó este apellido como emblema. Primero en Londres como Carmen Valencia, después en París la bella Valencia” para competir con la Bella Otero y finalmente como Tórtola, el nombre con el que arrasó brillantemente.

Que Pilar Librada se convierta ahora en Tórtola Valencia es excitante. Ambas tienen una fuerza vital impresionante que propician la fascinación.

Valencia genera mujeres fascinantes, y entre ellas está destacando notablemente Isabel Soria, el fenómeno sociológico televisivo. Con setenta y siete años en agosto, y sin haberse dedicado jamás a la comunicación, se ha convertido en la comentarista y presentadora más celebrada de la Reset Televisión que dirige Raúl Cerdá.

Belleza madura, elegancia innata y sobre todo talento intelectual forjan un personaje carismático cuyas opiniones marcan tendencia. Ser joven es una actitud, no una cuestión de edad. Las mujeres fascinantes son intemporales, como los arabescos infinitos de Tórtola Valencia.

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