La noche del 23 de junio se producirá, un año más, la invasión de la playa de la Malva-rosa por parte de docenas de miles de personas, que la convertirán en un macrobotellón a pesar de que esta franja litoral ha recuperado, seis años después, la bandera azul por la mejora en las calidades de arena y agua. El distintivo, que ahora tiene toda la fachada costera de la ciudad (tanto Malva-rosa como Cabanyal) quedará olvidado durante unas horas con la instalación de hogueras y el consumo de comida y posteriormente de alcohol.

La fiesta se presenta este año, además, bajo el estigma de lo sucedido hace doce meses, cuando acabó en tragedia por el asesinato de un joven a consecuencia de una reyerta. En esa edición de 2015, que se celebró en el interregno en el que la nueva corporación todavía no había tomado posesión de sus cargos, la asistencia se cifró en 70.000 personas, que dejaron casi 21.000 kilos de residuos, un 16,7 por ciento más que el año anterior, con el único punto positivo de que subió el número de viajeros que utilizó el transporte público.

Además del incidente que acabó con la vida del joven Corneiu Adrian, se constató la gran cantidad de personas que habían consumido alcohol en exceso. Ya entonces se hablaba de la necesidad de organizar una campaña preventiva para evitar los excesos, especialmente con la bebida. En cualquiera de los casos, ésta sí que está permitida por la ordenanza municipal en este caso concreto, cosa que no sucedía en fiestas como la de Halloween, en la que se produjo la requisa de botellas. Ya en esos actos se han realizado campañas de concienciación para evitar en la medida de lo posible los excesos, cosa que en este caso parece más complicado.

Los criterios para obtener la Bandera Azul, galardón que concede la Fundación Europea de Educación Ambiental, hace referencia a la calidad de las aguas de baño, información y educación ambiental, gestión ambiental y seguridad, servicios e instalaciones. La concejalía de Gestión de Residuos Sólidos y Limpieza facilitará en los próximos días el operativo para conseguir que, a primera de la mañana, las playas galardonadas puedan estar a disposición de los bañistas con plenas garantías de higiene. El año pasado fueron 217 los operarios que trabajaron en esa recogida para que, a las siete de la mañana, ya estuviera todo en orden.

Por lo que respecta a la seguridad, todavía no se ha terminado de perfilar el operativo en concreto de esa conflictiva noche. La propia concejala del área, Sandra Gómez, reflexionaba que la principal preocupación son, precisamente, los elementos descontrolados «que siempre son una minoría y que son los que nos pueden darlos quebraderos de cabeza. Existe una gran mayoría que va, se baña, cena y a las dos o las tres de la mañana ya se marcha, pero pondremos a disposición todas las medidas posibles».