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Vlc. València línea clara

Vlc. València línea clara

El jueves pasado se inauguró en nuestra ciudad el que seguro es uno de los acontecimientos culturales más esperados, y a la vez necesario de los últimos años. Así, del 9 de junio al 2 de octubre y en el Instituto Valenciano de Arte Moderno se podrá disfrutar de una exposición, que comisariada por Álvaro Pons, permitirá acercar al público valenciano al momento más creativo del cómic valenciano de finales de los años 70 y principios de los años 80. Durante esos años una serie de jóvenes autores escribieron una de las páginas más importantes de la cultura valenciana y que de manera un tanto previsible, pero no por ello menos injusta, se ha mantenido entre cierto olvido y la condescendencia. Los 80 fueron unos años que poco a poco han ido reivindicando su parte positiva, demostrando que no todo fue contrarrevolución conservadora, desencanto político o una música popular en la que acabaría triunfando el «mainstream» como se dice ahora. También fueron años de huelgas generales masivas y movilizaciones contra la OTAN y de la huelga estudiantil en enseñanzas medias, y que demostraron que no toda la izquierda se resignaba ante las renuncias mediocres de Felipe González. Y también fueron los años de una explosión cultural sin precedentes, o contracultural como algun@s sociológ@s gustaban en decir. Desde el pop-rock, al cine, pasando por el cómic y el diseño, toda una generación puso a nuestro país a la altura de gigantes como los Estados Unidos o Gran Bretaña en lo que a vanguardia cultural se refiere. Desde los años de la República no se vivía un nivel creativo tan importante y tan interdisciplinar como el de aquellos años, y además a la altura de cualquiera que pudiera montar un grupo, diseñar un fanzine o iniciar una radio independiente.

Uno de los campos donde más se proliferó en calidad y cantidad fue en el mundo del cómic, y la ciudad protagonista no era ni Madrid ni Barcelona, sino València y los autores valencianos. Probablemente por no estar en el epicentro de lo que fue la movida, su nivel de reconocimiento posterior fue menor. Y digo posterior, porque la obra de Javier Mariscal, Sento Llobell, Micharmut, Manel Gimeno, Mique Beltran o Daniel Torres era absoluta protagonista en aquellos años, con las revistas de cómic más importantes de España de los años 80, Bésame Mucho, Complot, Víbora, o mi añorada Cairo, que con 13 años coleccioné completa y me hizo venerar la línea clara hasta hoy. Estos autores consiguieron actualizar las que habían sido sus influencias desde la contracultura estadounidense al cómic franco-belga, pero también reivindicar el gran papel que ya tuvo València en los años 40 y 50 en el mundo del cómic, que bajo la sombra de la ignorante Dictadura se desarrolló en publicaciones inmortales como TBO. El nacimiento de librerías especializadas como Futurama y la conversión del cómic en un fenómeno social fue otra de las grandes contribuciones de este grupo de artistas, a los que por fin se les hace el reconocimiento que nunca debieron dejar de tener.

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