Participé, el 5 de abril de 2011, en un ciclo de conferencias organizado por el Centro Unesco Valencia, que incluía la relativa al Colegio del Arte Mayor de la Seda, institución que siempre había considerado entre las de mayor arraigo de nuestra ciudad y trascendencia para la economía valenciana. En dicho acto, por su presidente, Vicente Genovés, se dieron los primeros pasos para la declaración de la indumentaria tradicional valenciana como arte digno de ser considerado patrimonio inmaterial de la humanidad y para la recuperación del deterioro físico de la sede del Colegio, en el barrio de Velluters de Valencia. El Colegio del Arte Mayor de la Seda, y su huerto, fue declarado monumento histórico-artístico, como bien de interés cultural, por el rey Juan Carlos, por Real Decreto de 22 de mayo de 1981, hace pues 35 años, y permanecía en unas condiciones lamentables en la calle Hospital, sobre una casona del siglo XV, en la que en 1492, año del descubrimiento de América, se ubicó el gremio de sederos. Éste era un oficio, entonces en auge, en la pujante Valencia de nuestro siglo de oro, gracias sobre todo a la inmigración de artesanos genoveses que nos trajeron sus novedosas técnicas a través del Mediterráneo.

Entre el siglo XV y el XVIII no dejó de extenderse por los campos valencianos el cultivo de la morera, destinada a alimentar a los gusanos de seda, llegando la sedería a convertirse en la gran industria de la Valencia ilustrada. Cerca de 5.000 telares se concentraban en aquella época en el sudeste de la ciudad, en un área que significativamente recibió el nombre de «velluters», velares o terciopelos. En 1686, el ya conocido como gremio de velares se convirtió, por un privilegio del rey Carlos II, en el Colegio del Arte Mayor de la Seda, como la corporación más importante que une a los empresarios del sector.

Decíamos entonces que el Colegio fue el origen y razón de un barrio en el cual se instalaron miles de telares, próximos al Colegio, en casas señoriales con huerto contiguo, entre otros, el Palau de Tamarit, donde trabajaban hasta 300 operarios. La rehabilitación del Colegio, impulsada por la Fundación Hortensia Herrero, muestra las posibilidades que brinda la recuperación de toda la magnificencia del Colegio, como símbolo del esplendor de Valencia, que cuenta con el archivo gremial más antiguo y amplio de España, lo que destaca la trascendencia de su dimensión histórica y, a su vez, contribuye al resurgir de un barrio, antaño deteriorado, pero irresolublemente unido a la riqueza cultural de Valencia.

Nuestra felicitación pues a la Fundación, en la persona de su presidenta, Hortensia Herrero, y a su Patronato, por su sensibilidad al impulsar y financiar este proyecto de gran trascendencia ciudadana, económica y social, la hacemos extensiva al presidente del Colegio, y a su Junta de Gobierno, en el que recientemente ha recaído el premio Centro Unesco Valencia 2016, por haber creído en el mismo y haber logrado en apenas dos años la feliz rehabilitación de su sede, lo cual va unido a la tradición artística, cultural y económica de Valencia, y, con ello, al resurgir del barrio.