El edificio del Colegio del Arte Mayor de la Seda, que hace bien poco estaba en estado ruinoso, ayer rezumaba vida en forma de visitantes. Colas de turistas y vecinos de la ciudad y poblaciones de toda la Comunitat Valenciana se acercaron al primer día de visitas para descubrir este nuevo enclave cultural. «¡Quién te ha visto y quién te ve!», se le podría decir a este edificio de la calle Hospital que estaba condenado al olvido y que gracias a la inversión de la Fundación Hortensia Herrero y el esfuerzo del gremio ayer deslumbraba a los visitantes, ya convertido en Museo de la Seda de Valencia.

«Ha superado todas las expectativas que tenía», decía Jose María mientras recorría el edificio junto a uno de los grupos de personas que ayer optaron por las visitas guiadas. Sólo en la mañana de ayer cerca de 300 personas acudieron al museo para conocer la historia de la relación entre la ciudad y el arte de la seda, la del gremio y el propio edificio, reconocido hace ya 35 años como monumento histórico artístico de carácter nacional.

La visita arranca en la planta baja, con una explicación de la llegada del arte de la seda a Valencia, así como de la cría del gusano de la seda, el cultivo de la morera para su alimentación o cómo se tintaba el hilo mediante pigmentos de origen natural, como puede ser el nácar extraído de conchas marinas. Además, en esta primera parte se puede ver una reproducción de un obrador para el gusano de la seda, acompañado de contenido audiovisual.

La siguiente sala aborda la época de esplendor de la indumentaria hecha con seda, principalmente en el siglo XVIII, con un muestrario de ropas, en la que se explica además la evolución de la moda. Las vitrinas se alternan con pantallas de vídeo y paneles explicativos. En este espacio se aborda la Real Fábrica de Teixits de la Seda de València, así como la historia del gremio sedero, su peso en la sociedad valenciana y su poder económico.

A continuación en otra sala hay un espacio reservado para dar a conocer el archivo histórico del Colegio, que como explicaba ayer uno de los guías, puesto en línea recta ocupa 26 metros, que se traducen en 48 pergaminos, 660 libros y 97 cajas de archivo con legajos. En esta sala se puede ver una pequeña muestra representativa de este basto archivo en forma de originales y alguna reproducción.

La ruta dentro del museo se traslada a la parte superior del edificio donde el arte también está en el pavimento, destacando el del Salón de la Fama, con una joya de la cerámica valenciana del siglo XVIII, y la capilla.

Muestra de tejidos

Antes de entrar a esta estancias principales, hay otra sala con una amplia muestra de tejidos en los que se explica al público las diferentes trabajos textiles que se pueden elaborar con seda como son el «flamejat», el «brocatell», el estampado, moaré, el damasco o «l’espolí», de forma que se puede visualizar de primera mano las diferencias de estos y otros muchos expuestos.

En esta zona nos atendían dos visitantes, María José y Leandro. Ella, de Valencia explicaba que le había «sorprendido mucho» el edificio. «Han hecho una rehabilitación estupenda. He redescubierto el arte de la seda. Sólo lo conocía en los vestidos de las falleras», expresaba.

A su lado Leandro, un almeriense de visita en la ciudad, explicaba que «desde allí únicamente vemos la seda en relación a las Fallas. No sabía que hubiese aquí una tradición tan antigua. Me ha sorprendido mucho...la plantación de la morera, la industria de la seda...es una maravilla. Y el edificio es increíble».

En la capilla los visitantes escudriñaban cada uno de los detalles decorativos de las paredes, techos y suelos, y sobre todo la escalera de caracol gótica ante la que todos reparaban y no pocos le hacían fotos. Algunos, como Cristina y Santiago, de Castelló, que se habían quedado a propósito a pasar la noche en Valencia para acudir al primer día de apertura, destacaban también en esta sala «la recuperación de la carpintería» en los ventanales, y cómo no «la cerámica original». «Es muy bonito poder disfrutar de elementos originales como estos», añadían.

A continuación, en el Salón de la Fama, se ofrece una proyección en la que se recrea un momento histórico sobre la seda en Valencia, en el que se destaca la belleza del pavimento de la sala, y la visita continúa abajo en otro de los lugares estrella: el taller.

Allí los visitantes pueden disfrutar de la exposición de diversos útiles como enormes telares y una bovina de hilo. Y cómo no, «el brillo de la seda» que destacaba asombrada una de las visitantes al ver los hilos extendidos en el telar.

La guía hablaba de los 9.000 hilos alineados que se colocan en la máquina de madera, que como destacaba en la jerga sedera se le llama «pel» por ser tan finos como el cabello, pero que cuenta con una «resistencia muy particular». Esta sin duda fue una de las partes que más disfrutaron ayer los visitantes, ya que ilustra de manera muy efectiva sobre de la costosa y delicada faena del arte de tejer seda. Al final de la visita, el museo ofrece una gran variedad de productos artesanales en su tienda. Desde pañuelos, a zapatos, bolsos y azulejos, a libretas, corbatas y tazas.

Llenazo en el arranque del restaurante

Otro de los atractivos que ofrece el Museo de la Seda es el restaurante y la terraza que se han instalado en el patio interior, al que se accede por la calle Museu de la Seda. Según explicaban trabajadores del restaurante, para comer ayer ya estaban todas las mesas reservadas, y además durante la mañana ya se pudo ver a mucha gente tomando una cerveza o un refresco. El establecimiento también cuenta con menú del día, que ayer ofrecía por ejemplo gazpacho de remolacha con polvo de jamón, una versión propia del «blanc i negre», o arroz de sepia y gamba, entre otras propuestas.