Este fin de semana se han celebrado probablemente los últimos «bous embolats» de la ciudad de Valencia, concretamente en las pedanías de Massarrojos y Benimàmet. El próximo 30 de junio entra en vigor la prohibición dictada por el Ayuntamiento de Valencia para todo el término municipal, encendiendo un debate que va más allá de los festejos para entrar en la conveniencia o no de adaptar a los nuevos tiempos las tradiciones ancestrales.

En este caso hablamos de un tipo de espectáculo propio de la Comunitat Valenciana que se ha extendido tímidamente por el bajo Aragón y las Terres de l´Ebre. Y hablamos de una tradición que puede superar los dos mil años de existencia.

Aunque por elementos como el toro y el fuego pueda vincularse a la civilización minoica, los estudios más fiables sitúan su origen en Elx, en el año 228 antes de Cristo.

Por aquel entonces, el general cartaginés Amilcar Barca, padre de Aníbal, asediaba la vieja Elice, defendida por el jefe íbero Orisson, pero había un claro desequilibrio de fuerzas. Los cartagineses eran mucho más numerosos y contaban entre sus fuerzas con los temidos elefantes. Así pues, a Orisson no se le ocurrió otra idea que reunir a todas las reses bravas de la zona e incluso a los bueyes de carga para ponerles balas de paja en los cuernos, prenderles fuego y lanzarlas contra el campamento enemigo.

Y fue un éxito. Los toros sembraron el caos, incendiaron el campamento, hicieron huir despavoridos a los elefantes y las tropas nativas consiguieron una gran victoria que luego ha sido rememorada en lo que hoy se conoce como el «bou embolat».

El empuje animalista

Esa tradición ha llegado hasta nuestros días y en Valencia, donde antaño era muy habitual dentro y fuera del casco urbano, sigue viva en las pedanías, concretamente en Benimàmet, Carpesa, Borbotó, Benifaraig y Massarrojos. De toda la vida organizaban los festejos los propios ayuntamientos y desde hace algunas décadas son las peñas las que cumplen con el rito. El año pasado hubo 17 espectáculos y 30 toros embolados.

Pero estamos en otro tiempo y el empuje animalista es cada vez más fuerte. La tauromaquia está en el punto de mira de los antitaurinos y muy especialmente los festejos más agresivos con las reses, entre ellos el «bou embolat» y el «bou en corda». Así que el debate está en la mesa de los políticos y las decisiones se precipitan con los nuevos gobiernos de izquierda.

Valencia era una de las ciudades que parecía que se iban a salvar de este debate, pues la Plaza de Toros de Valencia la gestiona la Diputación Provincial y nada se puede hacer contra las corridas. Es más, las pasadas Fallas se autorizó sin reparos el tradicional festejo de «bou embolat» en el coso de la calle Xàtiva.

Pero hace apenas dos semanas todo cambió. La Junta de Gobierno Local aprobó por sorpresa la prohibición del «bou embolat» y el «bou en corda» en todo el término municipal a partir del 30 de junio, provocando un agrio enfrentamiento entre animalistas y taurinos y rompiendo, incluso, la no siempre fácil unidad del «tripartito».

Para las peñas taurinas se pone fin a una tradición muy arraigada en los pueblos que no supone, además, un maltrato para el animal, pues no existe ningún informe, aseguran, que diga lo contrario.

Los animalistas, encabezados por la concejala de Bienestar Animal Gloria Tello, creen, sin embargo, que «hay maltrato de todas, todas» y defiende la prohibición, una posición amparada también por el propio alcalde, Joan Ribó, tratándose, dice, de los festejos más agresivos de cuantos existen. De hecho, el conjunto de los «bous al carrer» no está sometido a prohibición alguna.

Quiebra en la coalición

La medida también ha quebrado la unidad de la coalición de Gobierno. En Compromís, una de cuyas concejalas, Consol Castillo, gestiona las pedanías, no ha gustado la medida. Sus representantes en Carpesa han hecho público un comunicado pidiendo una moratoria, un debate «serio» y una consulta ciudadana. Y en el Partido Socialista, otro de los socios de Gobierno, se pidió un aplazamiento hasta el año que viene y uno de sus concejales, Ramón Vilar, se ha declarado abiertamente contrario a la prohibición.

Incluso en la oposición hay disparidad de criterios. En el PP no hay duda en la defensa del «bou embolat», pero en Ciudadanos no son contrarios a revisar las tradiciones.

Con el debate abierto y con mucha incertidumbre se llegará pues al pleno del próximo jueves, cuando se votará la medida. A día de hoy nadie sabe cómo acabará la votación. Sólo hay una cosa que comparten la mayoría de los «ponentes» de esta inmensa mesa de debate, que es la precipitación con la que se ha adoptado la medida, tanta que cuando se anunció, había festejos ya montados y hubo que improvisar una mínima moratoria de quince días para salvar a Benimàmet.