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Cañas y barro

Enredados en la xarxa

Enredados en la xarxa

¡Menudo fin de curso han sufrido los padres y madres de los alumnos que han decidido participar en la Xarxa de Llibres promovida por la Conselleria de Educación! ¡Menos mal que el ingenio y el humor nunca faltan! Ha sido hasta divertido recibir los memes en los que aparecía Iker Jiménez presentando: «El extraño caso del hombre que descubrió cómo devolver los libros de la Xarxa». O ese otro en el que se comparaba el procedimiento establecido por la conselleria con una yincana cuya primera pista se encontraba en la Plaza de la Virgen.

Fuera de bromas, el proceso para crear este banco de libros ha sido de los más embrollosos que se recuerdan. Además de mantener a las familias y a los centros preocupados durante todo el curso por este asunto, los trámites establecidos han ocasionado colas en los colegios, ausencias laborales de los padres y desconcierto generalizado.

Su planteamiento en dos fases a más de uno le ha llevado a desistir pues el tiempo que ha sido necesario invertir para cumplir todos los requisitos, suponía tales esfuerzos a las familias que apenas compensaba la prometida aportación de la administración. Una aportación que, en su primera entrega, ha costado meses recibir. A esto habría que sumar otras cuestiones, como saber si los libros del primer ciclo de primaria se devuelven o no; qué pasa con el subrayado o con los libros de inglés y música que se utilizan durante los dos cursos de un mismo ciclo; la cantidad de dinero que se va a devolver atendiendo a las entregas realizadas€ Vamos, un galimatías incomprensible para algo no tan complicado. ¡Y ya veremos al inicio del curso!

¿Realmente era necesaria tanta complicación? Teniendo en cuenta que en comunidades autónomas vecinas hace años que funcionan los bancos de libros, la única explicación a todo este enredo en el que se han visto implicados alumnos, profesores y padres, responde a una manifiesta incompetencia, acompañada de una necesidad de notoriedad a la que el conseller parece tener cierta adicción.

Cuando en otras comunidades se ha llevado a cabo esta política de gratuidad de libros de texto con carácter universal, eran los propios centros los que recibían la ayuda para adquirir los lotes según el número de alumnos. A partir de ese momento, se creaba el banco de libros que mantenía el propio centro, ocupándose de nuevas adquisiciones por incremento del alumnado o reposición por deterioro. Los padres, ni la más mínima molestia. S e trata de un método coherente, lógico y con eficacia comprobada por lo que otra vez vuelvo a preguntarme a qué se debe este sistema enrevesado con el que nuestros gobernantes han decidido crear esos bancos de libros.

Y no piensen que mi opinión es contraria a la existencia de un banco de libros en los colegios. Además de las ventajas económicas y medioambientales que implica, más de una madre me ha comentado el cuidado con el que sus hijos han tratado este año el material porque su libro lo utilizaría otra niña, u otro niño, el curso que viene y eso, también, implicaría menos daño a la naturaleza. Por supuesto que está muy bien pero la idea no es nueva, ya está creada y no era necesario enredar a toda la comunidad educativa en esta complicada xarxa.

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