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Cañas y barro

¿Miedo a qué?

¿Miedo a qué?

Es increíble cómo podemos definirnos, o delatarnos, cuando atacamos al contrario. Desde el domingo de las elecciones , los perdedores, rojos, naranjas y morados, no paran de referirse al «voto del miedo» como único argumento para justificar su bajada de votos. Según ellos, el miedo ha movilizado a miles de personas. Pero claro, ese argumento lo único que hace es ratificar la acertada decisión ciudadana y razonar que, ellos mismos, los que así se justifican, son dignos de temer.

Como política, y también como persona, me daría mucho qué pensar el saber que alguien me tiene miedo y, desde luego, no me gustaría nada que así fuera. Por eso yo creo que, en vez de recurrir al de enfrente, en lugar de insultar a los votantes y a los opositores, los perdedores, si realmente consideran que el pueblo tiene miedo, deberían reflexionar: ¿Miedo a qué?.

Desde luego cuando uno tiene miedo a un político lo primero que viene a la cabeza y, sobre todo, a los mayores que ya lo han vivido, es la posibilidad de que se limite su libertad, de que se implante un régimen totalitario en el que se imponga una ideología; el riesgo a que la forma de pensar de unos pocos se generalice. Pues bien, eso, aquí, en nuestra Comunitat , en sólo unos meses, hay razones para temerlo.

Son miles los que ya han experimentado cómo los derechos a la educación se han visto limitados; hay estudiantes a quienes les niegan la posibilidad de realizar unas prácticas en un centro público; hay alumnos brillantes a quienes se les retirará una beca si estudian en la privada; hay profesionales competentes, de primera línea, que han visto cómo la dirección de un hospital se pone en manos de un desconocido en el área pero con carnet; hay entidades entregadas a los más necesitados a las que se les han reducido drásticamente las ayudas públicas; hay trabajadores del comercio que siguen yendo los domingos a trabajar?

Sí, hay miedo a la institucionalización de la mentira y de las falsas promesas. Miedo a dejar en manos de los nuevos políticos la posibilidad de que la actividad económica de la ciudad progrese y, con ella, el empleo y la economía de las familias. Miedo a que la frivolidad y la banalidad sean la bandera de quienes tienen nuestro futuro en sus manos? Algunos de estos nuevos políticos, con la inmadurez que les caracteriza, han tenido su pataleta, se han sentado en el escalón del patio del colegio y, cruzándose de brazos, han echado la culpa a los otros, a los de enfrente, que son malos. Algunos, y algunas, deberían ser más cuidadosos y procurar, en sus rabietas, no insultar a los propios ciudadanos a los que representan. Tendrían que saber que los 917.398 votantes del PP en nuestra Comunitat se han pensado muy bien lo que hacían.

Esas personas, jóvenes y mayores; esas mujeres y esos hombres, han depositado su voto en las urnas sabiendo que, con el PP, los corruptos están en la cárcel, y no en las listas. Sabiendo que, con el PP, el empleo crece. Sabiendo que, con el PP, la educación la eligen los padres. Sabiendo que, con el PP, la libertad está garantizada.

Ese miedo que utilizan como arma arrojadiza requiere un serio análisis. Deberían hacérselo ver.

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