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Casa Calabuig alza la persiana

Un antiguo empleado reabre el emblemático establecimiento de El Grao inaugurado en 1903 y que fue cerrado en octubre del año pasado

Casa Calabuig alza la persiana

Los menús, las tapas, los platos combinados y los cafés con bollería han vuelto al final de la avenida del Puerto. Apenas ocho meses después de cerrar sus puertas, Casa Calabuig ha vuelto a abrir sus puertas como si nada hubiera pasado. Un periodo de agujero negro que ha durado mucho menos de lo que se temía. El establecimiento más que centenario (despachó por primera vez en 1903) del puerto reabrió el 4 de julio y los clientes se reencuentran con el local como si prácticamente nada hubiese pasado. Mantiene su mobiliario añejo, que permite sumergirse en otra época. Las botellas de licor de décadas, parcialmente evaporadas, vuelven a exhibirse en la vitrina, junto a un reloj que funciona perfectamente, aunque ahora vaya una hora retrasado.

Nuevo propietario pero no del todo. Manuel González Cubas es quien ha reflotado la ahora llamada Nueva Casa Calabuig (aunque en los toldos sigue apareciendo «Antigua Casa Calabuig»). Fue uno de los últimos trabajadores de una época de la que quiere pasar página. «Es algo de lo que no quiero ni hablar. Es demasiado doloroso y no quiero decir lo que no debo. ¿Por qué lo he hecho? Porque no tenía muchas alternativas. Con 56 años, mi situación era delicada. Y estoy convencido de que Calabuig es rentable. No para hacerse rico, pero sí para vivir».

Habló con los propietarios del coquetón edificio y alquiló el local. Tras unos meses de reforma levantó la persiana sin hacer ruido. Para que los clientes habituales se reencuentren con un lugar que, durante décadas, fue una referencia en la hostelería de la zona. «Me la juego, pero la vida es riesgo. Hemos limpiado a fondo. Lo interior y lo exterior, lo material y lo moral. Y ahora estamos dispuestos para ofrecer lo que hay que ofrecer: buen servicio y buenos productos».

Se le nota un punto de tristeza en sus palabras a Manuel González, pero no olvida «la ayuda de mi mujer y de Damián Moriano, que ha hecho las obras para que todo funcione. Y a los trabajadores. Somos nueve personas y estamos dispuestos a dejarnos la vida». Casa Calabuig se enfrenta a un mundo que no es el de antaño. La parte más vieja del puerto ya no es zona de tránsito, las oficinas de la calle Juan José Dómine ya no tiene tantos trabajadores y los estibadores trabajan más lejos. Pero los bocadillos vuelven a ser apetitosos. «Don Juan Brotons „en referencia a su histórico propietario„ peleó por esto y debe continuar. Volver a intentarlo es honrarle», insiste.

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