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Entre acequias

En ruta por Castellar

Las visitas guiadas a esta pedanía ponen en valor su peculiar paisaje formado por secaderos de arroz, norias, barracas, alquerías y cebolleras

En ruta por Castellar

Las visitas guiadas por la huerta de Castellar que ha llevado a cabo la asociación de vecinos de esta pedanía ubicada a las puertas de la Albufera, en colaboración con la Junta de distrito de Russafa, han sido «un éxito» con una media de 25 personas por grupo. Así lo explicó la presidenta de la entidad vecinal, Empar Pujades, quien aseguró que el objetivo es acercar la historia, el paisaje de huerta y modo de vida de Castellar a los valencianos, en especial a los que están en el centro de la ciudad que en muchos casos desconoce por completo el entorno en el que vive. Ha sido una de las actividades culturales impulsadas por la junta de distrito más demandada, explica Pujados, por lo que a partir de septiembre volverán a programarse estas visitas que recorren alquerías y barracas, muestra las antiguas norias de riego así como el puerto del Tremolar y los edificios vinculados a la producción de arroz que se conservan. También se incorporarán nuevos itinerarios en bicicleta y uno dedicado específicamente a los mojones históricos, explica el Alberto Aznar, miembro de la asociación de vecinos y guía de esta ruta.

Las rutas, que son gratuitas, se organizan en horario de mañana y de tarde para que los visitantes puedan comprobar cómo cambia el paisaje según la luz. La ruta, que es circular y asequible incluso para los más pequeños, tiene 3,3 kilómetros y arranca en la confluencia de la avenida Doctor Ruiz y Comes con la calle Poetisa Leonor Perales y finaliza con un refrigerio para los asistentes. Durante el itinerario, explica Alberto Aznar, se pueden ver los antiguos secaderos, trilladoras y almacenes de arroz con sus chimeneas de ladrillo aún en pie del puerto del Tremolar, al que llegaban las barcas de los agricultores del lago de la Albufera para llevar su cosecha hasta la ciudad.

También se pueden ver antiguas «sénias» o norias de riego „las hubo de madera pero las que se han conservado hasta nuestros días son de hierro„. Esta noria de origen árabe es una rueda encajada en el hueco de un pozo que con ayuda de un mulo o un caballo de tiro extraía el agua de los pozos para regar los campos. A principios del siglo XX, todavía había unas 6000 norias que ayudaban a regar los campos de la huerta de Valencia. En Castellar quedan dos.

En Castellar también se conservan numerosos mojones antiguos „hay uno de 1771„ que delimitaban la superficie de la Albufera, que en algunos puntos como Pinedo ha retrocedido cinco kilómetros. También se conservan los mojones que marcaban hasta donde podía llegar el cultivo del arroz para evitar la propagación de las fiebres palúdicas a la ciudad, en concreto, a Russafa.

Esta ruta circular está configurada para dar un agradable paseo por la huerta y la marjal, situada al este de la población de Castellar-Oliveral.

«En la ciudad hay un gran desconocimiento sobre las pedanías de la periferia que también son Valencia», destaca Alberto Aznar, un historiador autodidacta que ha publicado un libro con la historia de Castellar. Su intención es hacer pedagogía de la huerta porque considera que de esta manera se contribuye a su conservación. La huerta de Castellar se ha salvado de la reclasificación prevista en la revisión del PGOU de Valencia, paralizada por el actual gobierno municipal formado por Compromís, PSPV y Valencia en Comú. Sin embargo, su estado de conservación no es el óptimo y requeriría inversiones para la regeneración del paisaje perdido.

De este paisaje forman parte destacad las cebolleras, las construcciones de madera donde los agricultores guardaban la cosecha. Aznar asegura que estas construcciones empiezan a ser una rareza, aunque en Castellar todavía se conservan medio centenar. La gran cantidad de cebolleras existentes en Castellar, un tipo de construcción que se ha evocado en el nuevo centro socio-cultural de la pedanía, tiene su origen a mediados del siglo XIX cuando se empezó a producir cebollas para la exportación. Entre las «ceberas» que quedan en pie destaca la de Ricardo y Entrada Roseldo.

Otro de los hitos en la ruta de Castellar es la alquería del Brosquil, un conjunto protegido, de propiedad privada y pendiente de rehabilitación desde hace años. El edificio aún conserva un antiguo secadero vinculado a la producción de la seda.

En el paisaje de Castellar también destacan las barracas, unas en mejor estado de conservación que otras, como la Barraca de Pascual y María Velarte, la de Rosita y Lobo y la de Ramón.

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