El Paseo Marítimo de Valencia, concretamente la Plaza Antonio Ferrandis, ha sido elegida por la Obra Social La Caixa para montar la exposición «Héroes ocultos. Inventos geniales. Objetos cotidianos», un recorrido por los pequeños inventos que han revolucionado el mundo y han hecho más fácil la vida de las personas. Las pinzas, el lápiz, el paraguas, un clip, el mocho, el taladro, las tiritas, el velcro, la cremallera, el botijo y un largo etcétera de cosas habituales en nuestras vidas tienen su espacio en esta muestra, montada por el Vitra Design Museum en cooperación con Hi-Cone.

Vamos a pararnos primero en el mocho, pieza esencial en la limpieza de la casa. Fue un ingeniero español, Manuel Jalón, de la rama de la aeronáutica, el que en 1964 decidió sustituir el trapo de fregar por una escoba con flecos de tela que empapaba el agua y la depositaba sobre un escurridor sin ensuciarse las manos.

El abanico. Esta pieza esencial del verano y hasta del folclore data del siglo XVI, cuando los marineros portugueses lo trajeron de Asia. Hasta el siglo XX fue símbolo de estatus social, pero en la segunda mitad del siglo XX se convirtió en un souvenir y un popular soporte publicitario. En la actualidad, hace todas esas funciones y más.

Si hablamos de antigüedad, uno de los inventos a los que hay que referirse es la cerilla. En 1848 el químico alemán Rudolf Christian Boettger sustituyó el fósforo blanco tóxico que había sido utilizado hasta entonces por el fósforo rojo de la tira de fricción de la caja. Su producción se disparó a partir de 1896, cuando una cervecera encargó 50.000 unidades para anunciar su producto.

Y sabían que la pinza para tender la ropa tiene ya más de siglo y medio de edad. La inventó en 1853 el estadounidense David M. Smith, usando dos partes idénticas unidas por un muelle de alambre. A día de hoy sigue siendo el método más económico y ecológico de tender la ropa.

Uno de los inventos más utilizados a día de hoy es el lápiz, la estrella de las escuelas. Su origen, sin embargo, hay que buscarlo en el siglo XVI, cuando fue descubierto un depósito de grafito en el norte de Inglaterra. Nicolás Jacques Conté creó una mina de arcilla y grafito endurecida en un horno y la revistió de madera para montar su ingenio.

A lo que no se le ha podido buscar el origen es a la cremallera. Eso sigue siendo un misterio. Se ha utilizado desde mucho tiempo atrás, pero fue el ingeniero Gideon Sundbäck quien a principios del siglo XX dedicó siete años de su vida a perfeccionar este mecanismo.

La muestra de la Obra Social la Caixa, presentada ayer al público, estará abierta de forma gratuita hasta el 5 de septiembre con horario de lunes a domingo que abarca desde las 11 a 14 horas y de 17 a 23 horas. Es una carpa blanca en el Paseo Marítimo.