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Vida, lo más preciado

Vida, lo más preciado

En días como éstos cuesta volver a creer en el ser humano. Ante la incapacidad de entender cómo alguien puede encontrar sentido a la masacre, a la muerte de inocentes, las preguntas más trascendentes se asoman a nuestras mentes e invaden nuestras conversaciones. Y cuesta contener la rabia.

Hemos vuelto a esos desayunos con atentado acompañados con una triste sintonía radiofónica, a las comparecencias de condena, los manifiestos y los minutos de silencio? Hemos vuelto a sentir el odio en el ambiente, la sinrazón, el miedo. A mantener a los niños alejados de la tele para que no contemplen ese terror que puede amargar sus dulces noches de infancia.

En estos días de muerte no puedo evitar las lágrimas en mis ojos cuando escucho a Enrique, el policía que el pasado jueves, en pleno centro de Valencia, sacó ese bolso rojo de un contenedor y se encontró con lo más preciado para el ser humano, VIDA.

Y todavía me emociono más cuando, ante las preguntas de los periodistas, él mismo traslada todo el mérito a esos dos hermanos rumanos a quienes su miseria ha llevado a salvar una vida. Esos jóvenes que en su sórdida rutina, han encontrado el más preciado tesoro, la vida. Su pobreza ha conseguido dar a una criatura lo que nadie puede conseguir ni con todo el oro del mundo. Su humanidad percibió, desde el primer momento que los gemidos que se oían eran de un ser humano y sin pensar si arriesgaban algo llamaron al 112 para solicitar ayuda.

Pero tras esa alegría, esa satisfacción de los agentes, de los médicos y enfermeras que tuvieron al bebé en sus brazos, vuelve a mí un amargo sentimiento: ¿Cómo alguien puede dejar caer a un bebé a un contenedor?. ¿Cómo, en pleno mes de julio, se puede lanzar a un ser humano a tan horrible sufrimiento?. ¿Se imaginan la temperatura que podría alcanzar el interior de ese contenedor en esta época del año?.

No dudo que hay dramáticas situaciones personales que pueden hacer imposible criar a un hijo pero a estas alturas creo que todos y todas sabemos que existen servicios sociales en nuestros ayuntamientos, que hay instituciones y organizaciones dispuestas a ayudar y que con un solo click en internet podemos dar con todas ellas sin ningún intermediario. En días como estos sólo hay una reflexión: «lo único que importa es la vida». No hay ideología, creencia, principio o situación que pueda ir en contra de ella.

Y para la gente buena, la gente de corazón, como esos dos hermanos, como esa patrulla de policías, como ese equipo médico del Hospital de la Fe, la vida es lo más grande. Salvar una vida es lo que más satisfacción produce, lo que realmente puede llenar y dar sentido a una profesión, a un día de trabajo, por denigrante que éste sea.

En estos días de balances de muertos y heridos, de familias destrozadas y ciudades conmocionadas, es indescriptible la emoción que despierta una vida salvada; el hueco de esperanza que abre en nuestro interior; el sentimiento de confraternización de toda Valencia queriendo acoger a ese niño, queriendo convertirse en su familia, en su hogar. Un donativo de ternura y cariño que trasciende por las páginas de los periódicos, por las redes sociales, por las pantallas de televisión.

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