Con una orden judicial dictada por un juzgado de Valencia, la Policía Nacional desalojó en la mañana de ayer a varias personas de una finca del barrio de Torrefiel. Este hecho comenzó alrededor de las 6 de la mañana con un gran despliegue policial en el que participaron ocho furgones de la Unidad de Intervención Policial (UIP), tres coches de Policía Nacional y otro de la policía judicial. Los agentes desalojaron a ocho personas de manera pacífica.

Algunos «inquilinos» de esta ocupación ilegal habrían abandonado la vivienda días antes puesto que sospechaban que iban a ser desocupados. Otros se quedaron con sus pertenencias preparadas en bolsas a la espera de la llegada de los agentes. La policía ahora investiga qué otras personas podrían haber vivido allí.

Pese a que durante el desalojo no se produjo ningún incidente grave, sí que es cierto que los agentes fueron increpados en algún momento debido a lo que los inquilinos consideraron que éstos habían accedido a las viviendas de una manera «brusca».

Ocho personas de distintos pisos fueron las que abandonaron el edificio. Ninguna de ellas fue detenida ya que el código penal indica que la ocupación de una vivienda vacía es un delito leve con penas de multa. Las personas desalojadas fueron extrayendo y acumulando sus pertenencias en la calle. Posteriormente, tres de ellos trasladaron sus bienes a la casa de un familiar que vivía en la calle contigua mientras los otros cuatro llamaron a una empresa de mudanzas y se marcharon del edificio alrededor de las 9.30 horas de la mañana de ayer.

Esta finca, en el número 6 de la calle Berni i Català, fue construida en 2010, es decir, los inmuebles estaban prácticamente nuevos cuando comenzó la ocupación hace alrededor de tres años y medio. Estos okupas no contaban con suministro eléctrico ni en el ascensor ni en los rellanos de los inmuebles a diferencia de las casas en las que sí había, además de agua. En el edificio no había cristales y además, las placas solares que existían en la terraza habían sido arrancadas y llevadas a otro lugar.

Reacciones al desalojo

«No es la primera vez que la policía acude, por eso, pese a que había muchísimos agentes, no pensaba que iban a desalojarlos», comentó una de las vecinas. Durante los tres años y medio que ha durado la ocupación, los vecinos de la calle han sufrido el alboroto de las fiestas de los «inquilinos» de esta finca, las amenazas de algunos de ellos e incluso los desperfectos que, al parecer, éstos causaban en sus vehículos.

«Se había convertido en algo que me afectaba personalmente, a veces no podía dormir por las noches de los gritos que escuchaba, era algo increíble», contaba María, vecina del edificio contiguo. «Nos habíamos acostumbrado a las peleas, a la sangre, en esta calle por la noche no había ley y habíamos asimilado que era 'lo normal'», explicaba. Otros vecinos incluso reconocieron que se avergonzaban de vivir en esta calle. «Siempre me planteo si invitar o no a mis amigos para evitarles situaciones como las que se vivían aquí». Una vez finalizó el desalojo, se procedió a tapiar las puertas y ventanas de las viviendas.