Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

53 minutos (de espera)

53 minutos (de espera)

53 minutos. Eso es lo que indicaba la marquesina de la calle de la Reina, en pleno Cabanyal, que iba a tardar en pasar el autobús nocturno de la EMT, y eso que no eran más que las 23.02 de una noche del mes de julio. Mientras me hacía a la idea de que tenía que pasar cerca de una hora en la parada, recordé cómo en los años de la legislatura pasada reivindicábamos, y no sólo desde Esquerra Unida, la necesidad de mejorar la frecuencia de paso de los autobuses de las líneas nocturnas. Así se contribuiría a que la gente no dependiese del coche por la noche y muy especialmente los fines de semana.

También me vino a la memoria cómo planteábamos alargar el horario del conjunto de líneas hasta las 12 de la noche, de tal manera que el servicio de autobuses respondiera a las necesidades de desplazamiento que una gran ciudad como València tiene. Eran los tiempos del PP y su escasa sensibilidad por una movilidad sostenible, en una ciudad en la que el coche era el dueño de las calles.

Pero ahora ya ha pasado el tiempo suficiente para haber tomado medidas que mejoren el transporte público, en la línea de lo propuesto, redactado y consensuado con sindicatos y Asociaciones de Vecin@s durante todos los años anteriores.

Y es que esta vivencia es el colofón a varias semanas de anuncios de cambios de trayectos en la EMT, que lejos de mejorar el ya de por sí escaso servicio, lo empeoran a través de esos nuevos itinerarios en algunas líneas, absolutamente innecesarios, que están provocando un más que justificado rechazo vecinal de las zonas afectadas.

No tiene lógica alguna que una línea como la 29 deje sin conexión a los barrios del Carmen y Seu-Xerea con el Campus de Tarongers, para duplicar el mismo recorrido que hace el Tranvía, que la Línea 11 pierda su parada en el Centro de Especialidades o que la Línea 31 ya no pase por el barrio de la Virgen del Carmen para priorizar Blasco Ibáñez. O qué decir de esos intercambiadores, que obligan a coger dos autobuses para hacer el mismo trayecto que antes hacía una única línea, como ocurre con el tramo que se quiere suprimir de la Línea 8 que conectaba la Estación de Autobuses con La Fe y ahora obliga a coger el 29 y el 99.

Es cierto que la posibilidad de cumplir los programas desde la izquierda se presenta siempre como una ardua y complicada tarea, en la que hay que lidiar no sólo con el estrangulamiento de las finanzas locales por parte del Gobierno central, sino también con obstáculos burocráticos que ralentizan hasta la exasperación la ejecución de las decisiones.

Pero no menos cierto es también, que a pesar de los impedimentos, hay que perseverar en aquello que es necesario, que nunca fue ni cambios de trayectos, ni mucho menos intercambiadores, sino más autobuses, más plantilla, mejor frecuencia y una financiación estatal que permita a la EMT ofrecer el servicio que València y su área metropolitana se merecen.

Compartir el artículo

stats