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'Lola de Valencia'

Valencianas a la francesa

Una muñeca de porcelana coronada con una peineta representó en 1926 la esencia folclórica del Reino de Valencia

Valencianas a la francesa

Valencia ha triunfado en Francia muchas veces. En esta etapa de crueles ataques terroristas, la mejor manera de mostrar nuestra solidaridad y ánimo es recordar aquellos momentos en que lo valenciano y lo francés han ido de la mano por el camino de la alegría y el arte. La mejor manera de combatir la violencia, que no es otra cosa que incultura, es precisamente la cultura.

La muñeca de porcelana y ropas que encabeza estas líneas es una pieza de coleccionista muy preciada. Una valenciana fabricada en Francia por la prestigiosa firma Jumeau que aunque no respeta fielmente las líneas clásicas del traje tradicional sí muestra en la peineta, y en esos insólitos pendientes «deco», la intención de representar la esencia folclórica del Reino de Valencia.

Esta muñeca se presentó en París en 1926 como «merchandaising» del «Moulin Rouge» y es un retrato bastante ingenuo de doña Jeanne Bourgeois, más conocida como «la Mistinguette» en los ámbientes frívolos de Europa. Homenajea, y explota comercialmente, el éxito que el pasodoble «Valencia» había tenido en aquellas fechas por todo el mundo.

El almeriense maestro José Padilla presentó la tonadilla «Te quiero» en Barcelona sin pena ni gloria. Luego la reconvirtió en «Valencia» para complacer a la cantante Mercedes Serós, rival de Raquel Meller. Finalmente la «Mintinguette» escuchó la canción en París y le solicitó al músico una versión en francés para presentarla en su famoso espectáculo parisino, lo que consagró la composición al más alto nivel. Fue tanto su éxito que fabricaron estas curiosas muñecas con un maquillaje profundo que recuerda las películas del cine mudo.

Cincuenta años antes, en 1862, Valencia había tenido también un protagonismo inusual en París. El pintor Eduard Manet presentó en la galería Louis Martinet de la avenida de los italianos su obra «Lola de Valencia», un retrato de la bailarina española Dolores Merea, que se hacía llamar de este modo. El cuadro muestra a la artista un instante antes de salir a escena, entre bambalinas, con un público expectante.

El cuadro generó un escándalo supino porque la bailarina mostraba las piernas por encima de los tobillos. Un auténtico desafío pornográfico en aquellos momentos en que las mujeres debían ir cubiertas totalmente, excepto en las escenas mitológicas que se permitían algunas licencias. Pero aquellos tobillos de Lola de Valencia, junto con su brazo desnudo portador del abanico, desataron una tormenta de críticas. Hasta tal punto que el poeta Charles Baudelaire, creador de la palabra «modernidad», le dedicó esta bella poesía: «Entre tanta belleza como la vista alegra, comprendo, amigos míos, que vacile el deseo; más entreabrirse en Lola de Valencia yo veo el encanto imprevisto de una flor rosa y negra».

Baudalaire, poeta «maldito» por su libro «Las flores del Mal», apuntó: «Todos los imbéciles de la burguesía que pronuncian las palabras moralidad o inmoralidad en el arte me recuerdan a Louis Villedieu, una puta de cinco francos, que una vez me acompañó al Louvre, donde nunca había estado, y empezó a sonrojarse y a taparse la cara. Tirándome a cada momento de la manga, me preguntaba ante las estatuas y los cuadros inmortales como podían exhibirse públicamente dichas indecencias».

Como colofón del éxito del cuadro el polifacético artista Zacharie Astruc compuso una serenata llamada «Lola de Valence» que, para divertirse, le dedicó a la Reina de España que en aquellos momentos era Isabel II, celebre por sus devaneos sexuales y extramatrimoniales.

He buscado infructuosamente noticias sobre Dolores Merea, pero no he encontrado gran cosa. Le lanzo un S.O.S a mi compañero Francesc J. Hernández para que intentemos averiguar quien fue aquella gran bailarina que asombró en París en 1862 hasta convertirse en un icono del arte mundial, y su relación con Valencia. ¿Dónde había nacido? ¿Dónde murió? ¿Cómo fue su carrera artística?

La vida da muchas vueltas. Si en el siglo XIX los franceses retrataban a las valencianas, en el siglo XXI es un valenciano el que retrata a las francesas. Rafael Fonteriz trabaja ininterrumpidamente para las mejores editoras galas con sus maravillosas dotes de dominio de la anatomía humana, hasta el punto de que cuando recibe algún encargo local ha de postergarlo o directamente demorarlo.

Para completar este compendio valenciano-francés nos ha parecido idóneo recordar su gran proyección y adjuntar uno de sus dibujos más brillantes, a la par que inédito. Esta beldad de pecho descubierto nos recuerda que los lazos culturales entre Francia y Valencia siempre han sido bordados con el broche dorado de la picaresca y la sicalipsis.

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