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Y sin embargo me quedo

Vuelta a la normalidad

Vuelta a la normalidad

Entre esas noticias que de repente empiezan a correr como la pólvora leo que a un noruego se le ha quedado un testículo atascado en una silla de Ikea. Lo curioso no es el hecho, lo curioso es que salte a las redes, que el tipo lo cuente. Un «marinero», como lo llamaba él, se le queda atrapado y coge y lo cuelga en Facebook. Puede que sea lo más interesante que le ha ocurrido en mucho tiempo, lo cual es triste, así que no me voy a meter con él, pero la historia da para metáforas.

Es lo malo de las redes sociales, los post están juntos y se te mezclan en la mente. Leí a continuación que el exministro Soria había renunciado a su candidatura a ingresar en el Banco Mundial. Él no lo ha publicado en un post pero creo que se sentiría más o menos como el noruego. Con la sombra de Panamá y las críticas de amigos y adversarios aún insinúa que su renuncia ha sido por la excesiva polémica y por no dañar a Rajoy. Me cansa, me aburre. Igual que cuando Grau se ofende porque él está imputado y Barberá no.

Me recuerda a la infancia cuando nos pillaban en plena fechoría y ante la evidencia decías «vale, pero él también estaba», pensando que si repartías culpas el castigo se repartiría también.

Así que contra el hastío me fui a ver a Bunbury en la plaza de toros. Me encuentro con un amigo y me dice que era la primera vez que asistía a un concierto en el coso. Me volvió a invadir la nostalgia, esta vez recordando aquella matinales de Sona la Dipu, aquellos mega conciertos de grandes grupos que venían a la ciudad, aquellos grandes montajes, la cantidad de grupos valencianos, ya muchos desaparecidos, que pasaron por allí. Qué jóvenes éramos.

El caso es que quitando ese componente viejuno si que me llamó la atención la mengua de montajes espectaculares en los conciertos. Y si no lo hace el maño que aún se puede permitir ir a la plaza de toros aunque no rebose, no creo que volvamos a ver esos mega espectáculos.

Cierto que no son imprescindibles si la música está bien, pero siempre me han fascinado esas puestas en escena con luces, pantallas, decorados y fuegos artificiales. Así que continuaremos asistiendo a las salas que no necesitan ornamentación para ofrecer buenos conciertos, con actitud también se decora.

Otra noticia que me ha llamado la atención esta semana ha sido la dimisión de Antonio Casanova como presidente de Casa Caridad. A pesar del nombre de la institución y su pasado meramente asistencialista lo cierto es que bajo su dirección ha sabido reconvertirse en un centro de intervención social profesionalizado y con importantes proyectos en marcha.

También pensar en la institución me devolvió recuerdos de mi infancia. Casa Caridad siempre ha estado ahí como testigo de épocas buenas y bote salvavidas de las malas. Recuerdo de pequeña escuchar a alguien decir que en Valencia daba tranquilidad saber que pasase lo que pasase en Casa Caridad no te faltaría un plato de comida. Buen trabajo y buen retiro.

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