Levante-EMV

Levante-EMV

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Homenaje

El viaje del Santo Caliz al escóndite de la guerra

El cardenal Cañizares presidirá en Carlet la procesión hasta la casa donde fue ocultado

El viaje del Santo Caliz al escóndite de la guerra

­Sebastián Pérez, acólito de la Real Capilla de la Virgen, de 15 años, fue testigo directo en la mañana del 21 de julio de 1936, del asalto y quema por parte de grupos incontrolados de varias iglesias de la ciudad de Valencia, entre ellas la de san Martín, la Basílica de la Virgen y la Catedral.

El pequeño Sebastián fue testigo de excepción de cómo sacaron el Santo Cáliz de la Catedral donde estaban unos pocos canónigos de paisano, sin traje talar. El deán, don Elías Olmos, cuenta Sebastián Pérez, no quería irse. Intentaron convencerle para que se marchara. Se fueron todos, él se quedó con el sacristán mayor y el niño Sebastián. Don Elías se empeñó en celebrar Misa en el Altar de la Trinidad, la que hubo de interrumpir antes de la consagración, pues estaban golpeando, con maderos de las obras exteriores, las puertas de la Catedral.

Entre los poquísimos asistentes a la celebración estaba María Sabina Suey Vanaclocha, quien habitaba en la calle Avellanas, 3,3º, La mujer todos los días le llevaba el desayuno y el periódico a don Emilio, era su ama de llaves, le cuidaba en una pensión existente en dicha calle. Con el periódico, un ejemplar de Diario de Valencia, envolvieron el Santo Cáliz y lo sacó ella por la puertecilla de la Catedral bajo el arco que le une al palacio arzobispal. Fue indudablemente valiente, pues la zona „contaba Emilio Olmos en su libro «Como fue salvado el Santo Cáliz de la Cena»„ «se hallaba completamente ocupada por marxistas armados de pistolas y escopetas cantando la Internacional».

A las tres horas de este hecho, un tropel de gente entraba en la Catedral por la misma puerta que había salido el Santo Cáliz, la más débil del templo. Amontonaron muebles, cortinajes, obras de arte, alfombras, tapices, y ornamentos e hicieron fogatas allí mismo. «Consumado el incendio, un significado masón de la ciudad, buscaba con afán el Santo Cáliz». Corría peligro aquí y pasó durante un año por varios domicilios, hasta que el 21 de junio de 1937, la señorita Suey y su hermana Nativa, ambas nacidas en Carlet, decidieron llevárselo a su pueblo, pues se había hecho público que «si la Reliquia no se presentaba a las autoridades marxistas la familia que lo tenía sería condenada a muerte y ejecutada».

Una síntesis de esta historia la plasma el historiador Vicente Cárcel Ortí en su magna opera «Historia de la Iglesia en Valencia», hermosos y valioso trabajo investigador. Manuel Sánchez Navarrete, historiador también del Cáliz, añade como protagonistas de aquella aciaga jornada al canónigo Juan Senchermés y al sacerdote Juan Colomina, detallando que envolvieron el «Sagrado Vaso con un papel de seda y disimularon con un periódico, lo sacaron sigilosamente de su Capilla y procedieron a esconderlo en diversos domicilios particulares de la ciudad, y luego en la población de Carlet».

En Carlet fue emparedado «en el muro de una casa de campo», donde permaneció el resto de la guerra. Las tropas franquistas entraron en Valencia el 29 de marzo de 1939 y al día siguiente se descubrió, recuperó y entregó el Santo Cáliz a la Junta Recuperadora del Tesoro Artístico Nacional, que presidía el general Aranda, la que se hizo cargo de la Reliquia, entregándosela al Cabildo el 9 de abril, Jueves Santo, estando presente en los Oficios de Semana Santa que hubo de celebrarlos en La Lonja al estar la Catedral inservible para el culto. No sería hasta 1943, cuando volvería a su actual capilla.

Este domingo 18 de septiembre, el Santo Cáliz será portado a Carlet, como acto de homenaje.

Compartir el artículo

stats