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La trastienda

Puro morbo

Puro morbo

Resulta dantesco comprobar en lo que se ha convertido la exposición pública de una desaparición. A estas alturas cualquier ciudadano sabe ya que hace aproximadamente un mes se desconoce el paradero de la joven de dieciocho años Diana Quer, a la que se le perdió la pista en un pueblo costero de Galicia. Quien haya querido seguir la noticia no solo es conocedor de ese dato. También lo sabe casi todo de ella y de su familia. Buena culpa de ello lo tienen ciertos programas amarillistas de televisión y de prensa escrita, que escudándose en la necesidad de saber del entorno para conseguir pistas de su estado anímico y físico antes de desaparecer, hacen valer la investigación de vidas privadas sin control.

Con expectación social se sigue la esperpéntica situación de dos padres distanciados entre sí por un divorcio traumático, al que algunos medios se han lanzado como hienas para provocar, a modo de prensa rosa, una noticia paralela, que no es otra que la del seguimiento y la exposición de los detalles por capítulos de algo que es muy común, por desgracia, en nuestra sociedad. ¿De verdad importa tanto? Si la familia era adinerada y se codeaba con la jet set, desde luego sí.

Mientras los investigadores siguen a lo suyo, los programas dan carnaza pura en paralelo. Llenar más de treinta minutos de contenido en la televisión a diario no es sencillo (ni ético) cuando no se tiene nada. Sigue decretado el secreto de sumario y las pistas son prácticamente secretas. Por aquello de salir adelante, no pasa nada si se despedaza a una familia, se extraen sus intimidades, sus enfados y sus miserias.

Se crean debates en televisión sobre la administración de fármacos a la ligera sin prescripción ni receta médica. Se dan lecciones o se comparten puntos de vista sobre cómo tiene que comportarse un padre o una madre con sus hijos cuando los progenitores se separan. Se juzga negativamente a la madre y al padre, poniéndolos en tela de juicio y creando sospechas a la ciudadanía sobre ellos. Se comentan pistas falsas y se llenan las traseras de los programas con imágenes repetidas hasta la saciedad. Mientras tanto, se obvia el motivo real que como mucho debiera interesar, cualquier noticia que de pistas sobre el paradero de la chica y lo que ocurrió realmente. Eso es lo de menos. Da igual el dolor o las injurias.

Los padres sabían de la importancia de la difusión de la noticia tras las primeras horas de la desaparición, pero seguramente no conocían el precio que pagarían por su causa, una lastimosa cobertura que parece perseguir en realidad otros fines. Lamentable el método de estos medios amarillistas, pero más aún la respuesta ciudadana, que recibe, consume y devora toda esta información. Si se echa un vistazo a Internet, varios son los foros en los que los usuarios juegan a detectives y a conjeturar, pero sobre todo, opinan sobre lo bien o mal que han hecho los padres al educar así o de aquella manera a sus hijos. Lamentablemente, otro punto negro del sencillo acceso a la red y su uso.

Poco se habla del tratamiento que se le da a las desapariciones, de primera o de segunda división según su estatus, o de la cantidad de desaparecidos (una media de seis mil al año) en nuestro país, la mayoría sin resolver. Al fin y al cabo, o eso dicen, la tele da lo que la gente quiere. Aunque difiero y mucho de esta afirmación, en este caso solo puedo dar la razón. Es lo que se busca. Puro morbo.

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