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El síndrome del emperador

El síndrome del emperador

Para Lucía la ilusión de su vida siempre ha sido tener una vivienda propia. Desde que se casó ha vivido de alquiler. Ha pasado años fijándose en los letreros de pisos en venta en las calles de Orriols. Nunca se ha planteado abandonar ese barrio donde vive desde que se casó, y donde han nacido sus hijos. Por fin ha encontrado una vivienda a un precio razonable y ha decidido comprarla, piensa que podrá hacer frente a la hipoteca, aunque va a tener que estar pagándola durante treinta años. Ha tenido que buscar alguna casa más para limpiar y si se viera muy apurada, buscará alguna persona mayor para cuidarla por las tardes. Lucía es muy querida en el barrio, seguro que trabajo no le faltará. En el amor en cambio no ha tenido mucha suerte. Su marido siempre ha sido jugador y borrachín. Una espina lleva clavada en lo más hondo de su corazón desde que descubrió, hace unos meses, que sus hijos le han estado robando sus escasos ahorros. Aunque lo nieguen, ella sabe que han sido ellos. Nunca le gustaron sus amistades, ni la vida que llevan. Son pandilleros, violentos y holgazanes. Se veía venir. Jamás han querido estudiar ni trabajar. Ella se pasa el día fuera. Limpia dos o tres casas cada día y a media tarde regresa al calvario en que se ha convertido su hogar. No sabe en qué momento perdió el control de la educación de sus hijos. Si no fueran sangre de su sangre, sin dudarlo acudiría a la policía a denunciarlos, pero de eso ella no es capaz. Ni para pedir ayuda tiene fuerzas.

Con relativa frecuencia salta a los medios de comunicación que el maltrato de hijos a padres va en aumento. Se dan a conocer estadísticas que así lo demuestran y una profunda tristeza nos llena de dolor con solo imaginar esos hechos. Nunca estamos preparados para luchar contra aquellos a quienes tanto amamos. Ni somos capaces de defendernos de unos hijos, por quienes daríamos la vida para salvarlos.

Los psicólogos señalan la existencia de hijos tiranos, de auténticos dictadores que desarrollan comportamientos agresivos y conductas con las que desafían a los padres provocándoles mucha rabia y un enorme dolor. Suelen ser las madres las principales víctimas de ésta situación denominada "síndrome del emperador". En su aparición hay siempre demasiada sobreprotección y permisividad, y una notable ausencia de autoridad. Perversa combinación que da como resultado personas que son incapaces de amar, ni de sentir compasión, ni de desarrollar empatía hacía los demás.

Se dice que Japón es el país del mundo que más respeta y venera a sus personas mayores. El tercer lunes de septiembre celebran el Keiro No Hi, o día del respeto a los mayores. Se trata de una conmemoración con la que pretenden transmitir a la juventud nipona esos valores de respeto y tolerancia. No sucede lo mismo en las sociedades occidentales en las que la experiencia está dejando de ser considerado, un valor a respetar.

Esther nunca pensó que le costaría tanto intentar tener relaciones cordiales con sus hijos. Siente tristeza al comprobar que a medida que se van haciendo mayores, crece su desapego. Piensa en la cultura nipona donde dicen que tanto se venera y respeta a las personas mayores y se ríe de sí misma mientras suspira, ¡Quién fuera japonesa!

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