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Con el coche hemos topado

Con el coche hemos topado

La semana que nos deja ha estado presidida por la celebración de diferentes actividades a favor de una movilidad sostenible, a la que se han sumado 424 municipios españoles, que bajo el lema «Movilidad inteligente. Economía fuerte», ha destacado los innegables beneficios ambientales y económicos que esta opción tiene. Pero sobre todo, ha vuelto a recordarnos la cruda realidad que supone constatar que el automóvil es el responsable del 80 % de emisiones de NO2 y del 60 % de emisiones de partículas. Una preocupante estadística que justifica la celebración de semanas de concienciación como la citada, pero que a la vez evidencia el alcance limitado de las mismas y sus efectos reales.

La sensación de que las cosas van muy despacio en nuestro país en materia de movilidad, es constatar como a pesar de las medidas tomadas, bastante timoratas en el fondo, el coche sigue siendo el dueño y señor de nuestras ciudades, tanto en el imaginario colectivo como en la realidad del día. Una realidad que los llamados «ayuntamientos del cambio» no parece que estén pudiendo modificar. Pude comprobarlo el pasado lunes en Madrid, donde me topé con varios atascos kilométricos, fruto de que el cierre de la Línea 1 del Metro por obras (la más importante de la capital) no había venido acompañada de un servicio de autobuses que compensara al realizado por el subterráneo.

Igualmente, la imagen del centro de València, colapsado por atascos provocados por vehículos privados durante el día sin coches, se asemeja a la de Madrid. El problema sigue siendo no aplicar medidas disuasorias para que el coche vaya ocupando un papel secundario en la ciudad, a la vez que acaba evidenciando las carencias en políticas de movilidad.

Porque no le demos más vueltas, las políticas de movilidad que desde hace más de un año se aplican en València y en otras ciudades, van encaminadas a un cambio de hábitos, con una pacificación del tráfico y un fomento del uso de la bici, propuestas que en teoría son magníficas, pero que se quedan cortas si no se intercalan con otras medidas.

Aunque la causa directa de los atascos fuera diferente en Madrid y en València, el problema es el mismo, y sale a relucir, paradójicamente, durante la semana de la movilidad. No se avanza en la peatonalización real del centro más allá de algunas calles desconexas, las bicicletas siguen sin ocupar su espacio en la calzada, la oferta pública de transporte sigue dejando mucho que desear, y la gran medida disuasoria de limitar la entrada del coche en el centro a través del pago de un peaje, aplicada en múltiples ciudades europeas como Londres u Oslo, ni se contempla por miedo electoral.

Así las cosas, no es de extrañar que Fomento proyecte una remodelación de la V-30 a su llegada a València, añadiendo 4 carriles nuevos y cambiando todos los accesos a la ciudad, facilitando la entrada de más coches, todo ello con un coste 145 millones de euros, nada menos. En resumen, más vehículos a los que ningún día sin coche podrá parar.

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