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Tradiciones y banderas

Tradiciones y banderas

Señoras y señores, valencianas y valencianos, con nuestro día grande, el 9 de octubre, a la vuelta de la esquina, es inevitable ponerse a reflexionar una vez más sobre tradiciones y banderas. Y en cuanto a tradiciones no voy a hacer sangre con la proverbial costumbre de la cúpula del PSOE de tratar de acuchillarse los unos a los otros cuando vienen mal dadas. Al final, de pura penita, el pobre Pedro Sánchez con su defenestración va a acabar cayendo bien hasta al que no comulgaba con el alto y apuesto líder.

Tampoco voy a referirme a la vieja costumbre por parte de la derecha local de sacar a pasear el fantasma del catalanismo como cortina de humo para tratar de tapar otra serie de vergüenzas, o más bien, desvergüenzas. Ya saben, cría fama y échate a dormir. Y si no que se lo digan a la ilustrísima senadora Barberá, que honró su recién estrenado escaño en el grupo mixto echándose una siestecita, que la pobre anda algo desvelada últimamente.

No, me refiero a una tradición más de aquí, la de celebrar San Dionís. Ya saben, nuestro particular día de los enamorados que se celebra el mismo día 9 de octubre. Pese a ser una tradición que se remonta al siglo XVIII, bien es cierto que hasta fechas recientes la costumbre de regalarse entre enamorados dulces envueltos en un pañuelo, la mocadorà, vaya, había sobrevivido de forma popular sin gozar en las últimas décadas de difusión por parte de la administración valenciana.

La cuestión es que siguiendo con la senda iniciada el año pasado, la actual administración ha apostado por una campaña que recupere la tradición a nivel institucional para fomentar la compra de regalos entre enamorados, de reivindicar nuestro particular día del amor, que tiene más que ver con Jaime I que con el obispo parisino pero que aún así lo preferimos al cursi mártir romano que se celebra en febrero. Además se hace, se promociona, de manera universal, amor en todas sus formas, con humor y totalmente normalizado.

Y es que no hay nada que normalice más que una buena sonrisa. En cuanto vi la presentación de la campaña, me pregunté cuanto iban a tardar monseñor Cañizares y sus huestes en poner el grito en el cielo por tratar de dar visibilidad, desde las instituciones, a esta caterva de depravados condenados sin duda a sufrir los peores tormentos del infierno.

De momento, afortunadamente, ni palabra. Igual a fuerza de polémicas han hecho propósito de enmienda y ya han aprendido a no meterse en jardines. Aunque de todos modos, con la iglesia hemos topado. Fernando Giner, portavoz de Ciudadanos en el Ayuntamiento de Valencia, portará la Senyera el día de la Comunitat, y ya ha expresado su deseo de entrar con ella a la catedral para asistir al Te Deum.

Con todos mis respetos al señor Giner y a sus creencias, faltaría más, y sin rubor al autocitarme, le recomendaría la columna del año pasado por estas fechas. Pero le resumo: esa Senyera es de todos los valencianos, de cualquier religión, color, altura, preferencia, de los valencianos de Star Trek y de los de Star Wars, de los de las piruletas y de los de los tronadores. Así que o representa a todos o no representa a ninguno. O es que igual el hecho de buscar polémicas innecesarias donde debería imperar el sentido común es también toda una tradición en política, una tradición de las que algunos hacen bandera.

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