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L' estació del nord

Pasear por los diversos centros históricos de València es todo un espectáculo visual. Podemos admirar desde imponentes edificios civiles y religiosos hasta yacimientos de restos arqueológicos, testimonio de la historia de la urbe desde su fundación por los romanos. Nos encontramos por tanto con un conjunto plural de estilos arquitectónicos, desde el gótico al modernismo, que convierten València en una de las ciudades europeas con mayor patrimonio cultural. Desgraciadamente, y simultáneamente a esta incalculable riqueza patrimonial, también nos encontramos en València con una dejadez alarmante respecto de la protección y mimo que este asombro conjunto patrimonial requiere. Recorrer los Barrios del Carmen, la Xerea o el Cabanyal, recuerdan más a aquellas imágenes en blanco y negro de las ciudades europeas de la última postguerra, que a una ciudad del siglo XXI que muestra orgullosa su patrimonio a propios y extraños.

Pero nos equivocaríamos si pensáramos que el abandono solo tiene una cara. Las agresiones al patrimonio, tiene diferentes vertientes, algunas de ellas invisibles a primera vista, como ocurre con la Estación del Norte. Relegada a una estación de ferrocarril de segunda categoría, fruto de la llegada del AVE en 2010, a la Estación del Norte solo llegan las líneas de cercanías y regionales, esto es aquellas que menos importan a RENFE, que con una inversión congelada en la práctica, no cubren ni de lejos las necesidades de movilidad de la población. El haber eliminado parte del ya de por sí escaso tráfico ferroviario a otra estación, está convirtiendo a la otrora principal estación del Nord, en un edificio desangelado, que poco a poco se diluye entre los debates eternos y estériles sobre el corredor mediterráneo y el túnel pasante.

La Estación del Norte es algo más que una terminal ferroviaria. Diseñada por el arquitecto Demetrio Ribes, es una de las joyas modernistas de la ciudad y uno de los edificios más relevantes del patrimonio industrial valenciano y del conjunto del Estado. Y es que, desde luego, no hay otra estación en España similar. Construida con coloridas piezas de cerámica y adornada con una trabajada marquetería, con su imponente y colorida fachada exterior, fue catalogada en su día como Bien de Interés Cultural. Por esta razón, da un poco de vergüenza ajena tener que recordar a ADIF, pero también al resto de administraciones públicas obligadas a proteger el patrimonio cultural, que no pueden dejar que un edificio de esas características se convierta en una especie de galería comercial, donde se instalan tiendas de cualquier tipo e incluso un Restaurante asiático en lo que era la antigua sala de venta de billetes.

¿Saben nuestras autoridades, como acertadamente ha recordado el infatigable defensor del patrimonio valenciano, Antonio Marín, que la UNESCO obliga a mantener la integridad de los edificios protegidos, evitando cualquier actividad comercial que altere la originalidad del mismo? Evitemos pues, que la Estación del Norte se transforme en un centro comercial destartalado y olvidado, convirtiéndose en la penúltima víctima de la llegada del AVE a València y trabajemos para recuperarla como esa joya del patrimonio valenciano que nunca debió dejar de serlo.

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