En la riada de 1957, el río Turia sufrió dos grandes avenidas. La primera, iniciada en las últimas horas del día anterior, llegó a Valencia a la 1 de la madrugada. La segunda llegó a las 13.30, inundando la ciudad.

Con un viejo teléfono de la república, Francisco Calduch, trabajador de una antigua central hidroeléctrica en Pedralba, avisó de la riada a Valencia tres horas y media antes de que el muro de agua llegara a Campanar.

El Turia vomitó durante la madrugada del lunes 14 de octubre de 1957 un caudal superior al del Rin y muy similar al del Nilo. Las aguas del río se desbordaron con extrema violencia tras sobrepasar el azud de Rovella e inundaron la ciudad a izquierda y derecha. Las pesadas tapas de las alcantarillas saltaban por los aires hasta los tres metros empujadas por géiseres de aguas fecales. Solo la ciudad fundacional romana, en el entorno de la Seo, escapó a la inundación. Y con el día llegó el silencio. La bulliciosa ciudad había quedado muda por la tragedia que trajo barro, muerte y desolación.