Valencia tiene un Plan General que data de 1988 que, como saben, se encuentra en un proceso de revisión reorientada a proteger la huerta y actuar sobre la ciudad consolidada. Hasta llegar a la actualidad, el desarrollo urbano de la ciudad se había centrado en el aspecto lucrativo, relegando aquellos aspectos que inciden directamente en la calidad de vida de nuestros barrios, en forma de dotaciones públicas. Después de gastar más de 600 millones de euros en expropiaciones, nos quedan alrededor de 800.000 m2 de suelo para zonas verdes, equipamientos socio-culturales, sanitarios o educativos por obtener y, es obvio, que a golpe de talonario no lo conseguiremos.Es evidente, también, que en estos años hemos avanzado hacia unas políticas -o el deseo de- de movilidad y espacio público distintas de las de los ochenta, tendentes a conseguir un espacio urbano cómodo, seguro e inclusivo de la creciente complejidad de nuestra sociedad, cultural o de género.En este ámbito es particularmente valiosa la visión de las mujeres, en la medida que tradicionalmente han sido ellas las que llevaban a los niños/as al colegio, hacían la compra o acompañaban al centro de salud los mayores.

Afortunadamente, hemos avanzado mucho en el ámbito de la corresponsabilidad, aunque no lo suficiente, por lo que nos hemos propuesto el reto de abordar la revisión pormenorizada del planeamiento en los barrios como un proceso participativo en el que la voz de las mujeres es fundamental para estudiar las necesidades reales y aplicar una política de recuperación del espacio público para las personas.Es aquí donde queremos, además, darle una impronta diferente a la que ha sido tradicional en estos trabajos, que recaían casi en exclusividad en los técnicos y donde, en la mayor parte de los casos, el ciudadano o la ciudadana únicamente tenía el plazo de exposición pública para alegar.La participación pública es para nosotros no sólo una obligación legal en algunos documentos sino un paso previo y necesario si realmente queremos hacer una ciudad a escala humana. Por ello, en cada una de estas revisiones plantearemos planes previos de participación con talleres, charlas informativas y encuestas que nos permitan ajustar las modificaciones a las necesidades reales de los vecinos y vecinas. De hecho, ya hemos venido haciéndolo con distintos formatos en el Cabañal, lo estamos haciendo en el Plan Especial del Núcleo Histórico de Patraix, en el Plan Especial de Protección del Botánico, San Sebastián y Torres de Quart. Desde otras áreas igualmente se ha aplicado en el diseño del Jardín de la Ermita de Orriols y queremos adaptar el diseño de los jardines de proximidad a las necesidades de sus usuarios reales huyendo de modelos prefabricados.Igualmente, hemos empezado por una experiencia piloto de inversiones participativas que nos ha dado pistas sobre cómo la ciudadanía prioriza pequeñas actuaciones que, sin embargo, tienen una enorme incidencia sobre la vida cotidiana. Una pequeña intervención en la acera de una chaflán, una fuente en el parque, una ruta escolar segura, un cambio de ubicación de una farola son, a veces, más valorados que grandes actuaciones.En el mismo sentido, se trabaja desde movilidad para mejorar la red y conectividad de carril-bici y la eficiencia del transporte público, así como en calmar el tráfico. En paralelo, estamos diseñando proyectos de envergadura para transformar autopistas urbanas como Pérez Galdós o la Avenida del Cid en espacios habitables y transitables a pie; también, impulsando las ampliaciones pendientes de los grandes parques urbanos de la Rambleta, Benicalap o Carolinas.Por supuesto, son actuaciones transversales a toda la población pero más acordes con lo que sería una visión de urbanismo a escala humana, coincidente en muchos casos con una visión de género que, a menudo, se ha obviado.