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Coronel Josep Benedito Lleó

Un militar extraordinario

La Asociación de Excombatientes del Ejército de la República solicitó sin éxito, en 1989, una calle al ayuntamiento para perpetuar su memoria - Fue un hombre íntegro que siempre tuvo a Valencia por encima de todo

Un militar extraordinario

Hay pocos militares valencianos. En Valencia abundan «llauradors», «artesans» o «botiguers-empresarios» y ultimamente sector servicios; pero no los soldados, a diferencia de otras nacionalidades españolas. Todavía menos hemos tenido militares «valencianistas» que en su día hubieran podido dirigir un ejército propio en un Estado valenciano independiente. La gran excepción en este campo es el ilustre y desconocido coronel Josep Benedito Lleó, famoso por haber dado su nombre a la «Columna Torres-Benedito» durante la guerra civil.

Josep Benedito Lleo nació en la calle Eixarchs de Valencia en 1905, muy cerca de la Jabonería Nueva donde había nacido Blasco Ibáñez. Su padre era republicano federalista, ferviente blasquista. Su madre, devota católica, lo matriculó en los Jesuitas. Rebelde desde joven, Benedito fue expulsado por tirarle un tintero a la cabeza a un cura que le había dado un pescozón. Su padre aprovechó para matricularlo en la escuela laica, y después estudió ingeniería técnica.

Benedito estudió inglés con vistas a emigrar a Estados Unidos, pero justo por esas fechas Washington cerró la libre entrada de emigrantes. Entonces decidió seguir estudios militares y, con unas brillante notas, entró en el Ejército español como oficial.

Un joven militar demócrata, valencianista y de izquierdas chirriaba en el casposo Ejército de Alfonso XIII. Ya en septiembre de 1927 participó en la conspiración de José Sánchez Guerra en Valencia para deponer al Dictador, y en 1931 fue uno de los militares que apoyaron la revuelta republicana del capitán Fermín Galán, que fracasaría con los fusilamientos de Huesca.

La República era la gran esperanza de la sociedad española tras la decadente monarquía. Benedito Lleó, encorsetado por su rango militar a la hora de participar en la política activa, se acogió a la Ley Azaña de 1931 para reintegrarse a la vida civil. Intentó regenerar su viejo partido de toda la vida, el blasquista Unión Republicana Autonomista. Pero aquella formación estaba demasiado podrida desde la muerte de Blasco Ibáñez en 1928; y por ello en 1934 los republicanos de ideas socialistas y valencianistas fundan el partido Esquerra Valenciana en una clamorosa asamblea que tuvo lugar en el Teatro Princesa de Valencia.

Quedaban dos años para la guerra civil. Tras el bienio derechista el Frente Popular gana las elecciones, contando con Esquerra Valenciana entre sus muchos coaligados. Entre tanto, Benedito desarrolla una carrera profesional como ingeniero junto con su militancia social-valencianista.

Al producirse el Golpe del General Franco, Valencia queda fiel al Gobierno de la República y la Diputación de Valencia se transforma en el «Consell Eixecutiu Valencià», el 22 de julio de 1936. Fue el primer «gobierno valenciano» tras la abolición de los Fueros en 1707, aunque muchos valencianos lo desconocen y en España nunca lo han querido reconocer, para no darnos la categoría de «nacionalidad histórica» que sí tuvieron Cataluña, Euskadi o Galicia. En este gobierno Benedito asume el ministerio de defensa y, por tanto, el alto mando del frente de guerra. Sus seguidores republicanos, socialistas y anarquistas confluyen en la formación de un brazo militar propio que recibirá el nombre de «Columna Torres-Benedito», en honor al ministro y al líder sindical de la CNT Domingo Torres. Esta columna combatía contra los fascistas enarbolando la Senyera tricolor valenciana con una estrella independentista sobre la franja azul.

Tras la guerra civil Benedito se enfrenta al Consejo de Guerra franquista con una tranquilidad pasmosa: «No he matado a nadie; no he robado a nadie; no he dañado a nadie. Todo lo hice por Valencia». Es condenado a muerte, pero su insólita honradez provoca la conmutación por cadena perpetua, de la que cumplió varios años. Al salir, despojado de su categoría militar y de sus títulos, se reintegra en la vida civil dentro de una empresa de naves frigoríficas. Vivirá en la calle del maestro Palau hasta el fin de sus días, disfrutando la alegría de que, al volver la democracia, es reintegrado en el escalafón militar con el grado de «Coronel». Todavía pudo ser testigo vivo para historiadores como Eladi Mainar o para Albert Girona Albuixech en sus documentados estudios sobre la guerra civil en Valencia.

En 1979 Josep Benedito volvió a las armas, pero intelectual y silenciosamente. En plena «Batalla de Valencia» escribió tres críticas cartas a los tres escritores principales del momentos: Joan Fuster, Manuel Sanchis Guarner y Vicent Andrés Estellés. Cada una se centra en uno de los temas debatidos en aquellos años: Nacionalidad, Bandera e Idioma.

A Joan Fuster le dedica una misiva sobre la «Nació Valenciana»: «Vosté creu que Valéncia ha de tornar al segle XIII, com si no hagueren transcorregut més de set segles. Això és una barbaritat, voler detindre el temps, imposar-nos una espécie de religió inmutable a on lo català és un valor sagrat intocable. La seua teoria està condemnada al fracàs, com ho estaria un pan-espanyolisme en Mèxic o l'Argentina. València i Catalunya no s'identifiquen per a res. Són pobles germans, pero diferents. Intentat lo contrari és obrir una ferida que tardarà molts anys en tancar-se».

Con Sanchis Guarner habla sobre el idioma: «La llengua és un instrument polític importantíssim per a la vertebració d'una nació. Si Valencia no tinguera un nom propi per a la llengua, hauriem d'inventar-lo urgentment, perquè a la gent no li agrada ser depenent de ningú. Evidentment català i valencià son idiomes de mútua comprensió entre si, pero la convenència social recomana assegurar la independencia anímica, que després ens garantirà la independència material. Catalunya no accepta que al seu idioma se li diga ´llemosí´, ´provençal´, i menys ´valencià´. Nosatros ho fem exactament al revés i és una greu equivocació».

A Andrés Estellés le comenta sobre heráldic: «Vosté ha escrit un bonic poema sobre la Senyera, ´Assumiràs la veu d'un poble´, que hauria de lloar la bandera de tres colors baix la qual morien els valencians en defensa de la llibertat i la democràcia durant la guerra. La missió d'una bandera és identificar un grup humà i ser resum dels seus sentiments. Si adoptem una bandera igual a la d'un territori veí, realment neguem la nostra identitat. Totes estes polèmiques estan donant a la dreta unes armes poderosíssimes, i si no hi ha una rectificació de l'esquerra, ho pagarem molt car».

En 1989, cuando Josep Benedito murió, la Asociación de excombatientes del Ejército de la República solicitó una calle al ayuntamiento socialista para perpetuar su memoria. Pero su amigo Pérez Casado ya no era alcalde, y pronto llegarían otras sensibilidades que nada tenían en común con su colosal figura; un hombre íntegro, casi un militar pacifista, que en sus anhelos patrióticos siempre tuvo a Valencia por encima de todo.

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