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Opinión

Amor sin peros

Amor sin peros

Esta semana se ha ido mi compañera, mi fiel amiga. Mi querida Hachi. Tenía ya dieciocho años que para una perra de su tamaño decían que es muchísimo. Yo no lo sé porque nunca había tenido uno. Cuando era pequeña y mis amigas tenían no entendía esa relación que se creaba entre ellos. Después de estar casi media vida con ella lo entiendo. Hoy precisamente, en Urban, comienza mi amiga Teresa Díez una columna en la que bajo el título de «Me lo dijo Pérrez» hablará de estas relaciones que ella conoce perfectamente. Tenía un amigo que decía que quien no tenía perro no tenía sentimientos. Se refería más bien a que no sentía ese amor incondicional que te dan. He aprendido mucho con ella, intentaba copiar esa alegría ante cualquier muestra de cariño, esa ausencia de reproches. Siempre estaba pendiente de mi, de mi estado de ánimo, incluso de mi salud. Durante la semana muchos amigos me ayudaban a sobrellevar la pérdida recordándome que había tenido una vida feliz. Estaba muy mayor y tenía demencia senil, como los ancianos tenía momentos en los que no recordaba nada, se despistaba, no sabía dónde estaba, se tropezaba con todo o se quedaba atascada. Ya no podía saltar a la cama para despertarme, ni siquiera subir para intentar arrebatarme el sofá. Pero aún ladraba y saltaba de alegría cuando veía la correa para bajar a la calle. Llegó un punto en el que ya no eran momentos, su demencia era constante hasta perder el instinto incluso de comer. Pero claro que tuvo una vida feliz, feliz y agradecida, como si supiera cuál era su historia. Hace dieciocho años un amigo estaba de obras en su chalet, oímos ruido en el contenedor de escombros y vimos una camada completa de perros muertos, todos menos uno, parecía que los acababan de tirar nada más nacer. No pudimos resistir cogerla sin saber siquiera qué era y envuelta en una servilleta me la llevé a casa. El veterinario me dijo que moriría de frío antes que de hambre, así que con un biberón y una bolsa de agua caliente pudimos sacarla adelante. Más tarde supimos que era fruto de un embarazo no deseado (por los dueños) de una perra de un chalet cercano preñada por un perro vecino. Varias razas cruzadas dieron por resultado la perra más guapa del mundo. Puede parecer que hice una gran acción salvándola de una muerte segura pero puedo jurar que ella hizo mucho más por mí. En aquella época sufrí una enfermedad que me mantuvo en casa con escaso contacto con el mundo. Ella estaba ahí, constantemente, sin separarse. Su apoyo y amor incondicional me obligaba a querer salir adelante. Luego, durante su vida hizo muchas más cosas por mi. Muchas. Así que quedó más que compensado el pequeño gesto de sacarla de contenedor. Si en algún momento pensáis en tener un compañero de vida que no os fallará mi consejo es que vayáis a alguna protectora o albergue, hay muchos perros que estarán agradecidos toda la vida. Como decían los grandes «la semana que viene hablaremos del gobierno» pero hoy tenía que rendirle homenaje. Hacedlo extensivo a todos vuestros compañeros de vida.

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