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Vivienda social

La burbuja que nació de la necesidad

Una publicación coordinada por Rafael Termes analiza los 74 grupos residenciales sociales en la ciudad, desde la privilegiada Finca Roja hasta la austeridad de la «Isla perdida»

La burbuja que nació de la necesidad

Valencia cuenta con 74 grupos de viviendas sociales repartidos por toda la ciudad, muchos de ellos en pleno centro, que pasan con frecuencia desapercibidos y que ahora han sido revisitados al hilo del 30 aniversario del Instituto Valenciano de la Edificación. Una publicación titulada «Historias Vividas», codirigida por el profesor de Urbanismo Rafael Termes y en la que colabora la Conselleria de Vivienda que dirige María José Salvador, analiza la evolución y singularidad de los grupos construidos entre 1900 y 1980 poniendo el foco en la vertiente humana y en los testimonios vitales de quienes las habitan.

Desde las humildes viviendas para trabajadores del ferrocarril del Grupo Ramón de Castro (1906), las más antiguas de la ciudad, hasta la emblemática y burguesa Finca Roja, la publicación hace un completo repaso por una arquitectura que eclosionó en la posguerra, entre los años 50 y 70, el periodo en el que más viviendas se construyeron en España y en Valencia. «Fue la primera burbuja inmobiliaria, aunque entonces no obedecía a la especulacion, que también la hubo, sino a la necesidad» que había de nuevas viviendas como consecuencia de la Guerra Civil. La vivienda social sigue siendo necesaria pese a la paradoja de existir gran cantidad de casas vacías.

En Valencia hay muchos grupos sociales y, en general, «gozan de buena salud». Sin embargo, el grueso este tipo de construcciones ha cumplido ya los 60 años y en breve será necesario acometer su restauración.

De los 74 grupos de viviendas sociales que se conservan íntegramente recogidos en «Historias Vividas», destacan 20 por su singularidad. Son la Finca Roja, los chalés de la Asociación de la Prensa, el grupo Ramón de Castro, los grupos residenciales de Agentes Comerciales, el grupo Virgen del Castillo, el Residencial de Alboraia, los Edificios San Marclino, el grupo residencial Federico Mayo, el barrio de Pescadores del Perellonet, el Edificio Renfe II, el grupo Virgen de los Desamparados, la «Isla Perdida», las viviendas de la Fuensanta, el grupo Bernardo Lassala, el grupo Virgen del Carmen, el Edificio Aviación, el grupo residencial Antonio Rueda, las Viviendas Experimentales de GODB en Campanar y el Grupo Fuente de San Luis.

La vivienda social

En la posguerra hubo decretos de restricción de materiales como el cemento y el hierro. La autarquía económica supuso también el «racionamiento» de los materiales de construcción lo que influyó en la calidad de la vivienda.

El periodo analizado por Termes coincide con un momento de arquitectura creativa y de vanguardia, con buenos arquitectos, que supieron sacarle el máximo partido a las subvenciones públicas para la construcción de vivienda. Es el caso de las Viviendas Experimentales del despacho GODB en Campanar.

La primera ley estatal de promoción de la vivienda social data de 1911. Fue la denominada Ley de Casas Baratas y con ella el Estado asume la obligación de garantizar el derecho a la vivienda de las personas. El marco normativo para incentivar las viviendas sociales no fue homogéneo, tuvo vaivenes y se distorsionó. La idea de estas leyes era potenciar las casas baratas y el acceso a las mismas de las personas con menos recursos. Sin embargo, se hicieron modificaciones a la normativa que dieron pie a la construcción de edificios residenciales con dimensiones y calidades de gran calidad y costosas, lo que permitió el lucro de algunos promotores a expensas de las ayudas del Estado.

Es el caso de la Finca Roja, también conocida como la «casa-colmena de la calle Jesús», un edificio paradigmático que compone una manzana cerrada con jardines interiores. Este edificio de ladrillo rojo y remates de cerámica vidriada de color verde es obra de Enrique Viedma. Sus promotores se acogieron a la ley de casas baratas de 1925 con el objetivo de «dotar de confortables viviendas a familias de la mal llamada clase media, nutrida en su mayoría por obreros intelectuales».

En la misma categoría de promociones residenciales acogidas a las leyes de viviendas sociales «de lujo» se incluye también el Grupo Residencial de Agentes Comerciales de la Gran Vía Fernando el Católico con el Paseo de la Petxina, la denominada Finca Ferca, en cuyo amplio patio de manzana se construyó una piscina y se proyectaba cine. La Finca Ferca, diseñada por José Luis Testor Gómez, se proyectó en 1946 al amparo de la Ley de Viviendas Bonificables o «de clase media», que contemplaba beneficios directos o exenciones directas. La cooperativa de Agentes Comerciales también construyó otro grupo residencial en el primer Ensanche, este de arquitectura más austera que la Finca Ferca, en cuya fachada se incluyeron elementos de corte historicista. Es llamativo en este grupo residencial de potente arquitectura la última planta, «una especie de pueblo en miniatura», con viviendas de amplias terrazas y varios niveles.

Lo que en su día se concibieron como viviendas asequibles para determinados grupos sociales se han convertido con el paso del tiempo en exclusivas y privilegiadas zonas residenciales. Este es el caso de los chalés de la Asociación de la Prensa, ubicados junto a los Jardines de Viveros y la avenida Blasco Ibáñez y que en su día se construyeron en lo que iba a ser la avenida al Mar (actual Blasco Ibáñez), entonces una zona de periferia. Estas viviendas unifamiliares, singulares por ser poco frecuentes en la ciudad, fueron construidas por una cooperativa y por la ubicación en la que han quedado con los años y la expansión urbanística se han visto muy revalorizadas.

Más llamativo es, en este sentido, el caso del grupo de viviendas sociales de la Isla Perdida, llamado así porque se proyectó en medio de la huerta, en la zona de la prolongación de Blasco Ibáñez. En las imágenes captadas por los vuelos del Ejército del Aire de 1956-57 recabados en la publicación «Historias Vividas» se aprecia esta isla de viviendas sociales en medio de los campos de cultivo de Algirós. La promoción de viviendas en medio de la huerta fue algo habitual en los años de la posguerra cuando el suelo de l´Eixample ya era demasiado caro y el anillo de Tránsitos se convirtió en el cordón umbilical de muchos de estos grupos de pisos sociales.

En la investigación, coordinada por Rafael Termes y codirigida por Begoña Serrano y Alberto Sanchis, se incluyen entrevistas con sus moradores, la mayoría de los cuales «tiene un alto nivel de satisfacción». «Las viviendas sociales no son construcciones periféricas y de mala calidad», como se suele pensar, apunta Termes. Entrevistados por el equipo de Termes destacan que los problemas que puedan haber en los vecindarios son «exógenos» y están asociados al ruido, la inaccesibilidad y la inseguridad.

Entre las viviendas singulares que se recogen en «Historias Vividas» destacan fuera de la ciudad las casas para pescadores del Perellonet, inspiradas en el sistema constructivo «paraboide» utilizado en los hangares de la ciudad francesa de Orly, unas impresionantes estructuras de hormigón armado de comienzos el siglo XX destinadas a albergar dirigibles.

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