Llegaron a principios de diciembre al Cap i Casal en grandes camiones. Y estarán hasta enero, convirtiéndose en una de las citas imprescindibles de la Navidad para grandes y pequeños. Los circos forman parte del imaginario colectivo valenciano durante esta época del año y en 2015 tuvieron que reinventarse ante la prohibición del ayuntamiento sobre la utilización de animales en espectáculos. Con un año de experiencia, en 2016 han vuelto con nuevas alternativas. Los gestores de dos de las firmas clásicas que visitan la capital del Turia explican a Levante-EMV su adaptación a este nuevo escenario.

Quizás, el cambio ha sido menos drástico para el Circo Alaska. Alberto Segura, dueño de la productora responsable, atiende a este periódico mientras se oye al locutor animar al público en una de las funciones. Explica que la situación no lo pilló por sorpresa: «La puesta en marcha de espectáculos con o sin animales es un debate que ya tiene tiempo y nosotros nos adaptamos a la normativa. Cuando vamos a un sitio en el que sí pueden salir animales contratamos con empresas especializadas de fuera „de Francia o Alemania, por ejemplo„ para poder contar con fieras. Somos una productora y cada año diseñamos algo diferente. El año pasado contamos en Valencia con José Luis Gil „actor de la serie La que se avecina„ y este traemos a la Patrulla Canina, que triunfa en televisión».

Segura es domador de caballos y sus animales tampoco salen a la arena: «Los cuido en mi finca. Asistimos a otros tipos de funciones, como los espectáculos taurinos».

Consultado sobre las consecuencias económicas de la prohibición, expone que «al final los gastos son similares, ya que por una parte te ahorras la manutención y los tratamientos de los animales pero por otra te ves obligado a pagar a más gente porque hay nuevos espectáculos. Lo importante es mantener la ilusión de los más pequeños». Este año, el circo Alaska tiene contratados a 110 profesionales y sus estimaciones de asistencia media hablan de unas 35.000 personas durante el mes: «No creo que cambie mucho la situación general, Valencia es una plaza donde a la gente le gusta el circo».

«Se criaron con nosotros»

La postura de Enrico Macaggi „ responsable del circo Wonderland„ es más dura. Crítico con la prohibición, hubiera apostado por la regularización: «Nosotros contábamos con animales propios que se criaron con nosotros y hemos tenido que donarlos a dos reservas, una en Santander y otra en San Vicent del Raspeig». Avestruces, búfalos, llamas, ponys... la empresa tenía ejemplares que habían nacido en sus instalaciones: «Especialmente doloroso fue el caso de los tigres, ya que la mayoría había nacido en cautividad. El año pasado solamente visitamos una ciudad con posibilidad de hacer espectáculos con animales y, al final, los donamos. No fue una decisión fácil».

Macaggi apunta que «nuestros animales estaban muy cuidados. Eran revisados cada semana por un veterinario y vigilábamos mucho su nutrición, así como las condiciones en las que vivían. Un tigre en libertad aspira a cumplir un máximo de 15 años y con nosotros vivían un mínimo de 20. La prohibición total es un fallo, yo creo que el ayuntamiento debería haber apostado por la regularización, fijando un mínimo de metros cuadrados para las instalaciones u otros parámetros».