Queda inaugurado este carril bici. No es mucho, pero es la primera gran conquista del velocípedo en la obra de más empeño para la presente legislatura: el anillo ciclista, esa «Ruta del 5» en versión dos ruedas. Apenas doscientos metros es lo que se puede utilizar: el trazado desde el cauce hasta el Parterre. Que han cambiado la cara a una calle, la del General Tovar, en la que ahora conviven, sucesivamente, una amplia acera, dos carriles para bicicleta, un carril de autobús y uno de circulación normal donde antes había uno para el servicio público y dos vías para automóviles. Con la imaginable división de opiniones: los ciclistas están encantados y los conductores saben que algo está cambiando para ellos y no precisamente para su comodidad.

Una de las características del nuevo carril, que ya empiezan a degustar sus usuarios es la independencia: el ciclista no tiene que rivalizar con despistados viandantes. Van camino de colonizar un territorio hasta ahora vetado. Carlos Fernández y Cira Rivero están encantados porque «cuando pasabas la zona de final de carril bici en el puente, seguir era jugársela. Este trozo nuevo, por ejemplo, lo era mucho porque los coches vienen muy lanzados y era verdaderamente peligroso. Ahora es mucho más cómodo, y más para personas como nosotros, que siempre vamos al centro en bicicleta». Ya saben que esto no es más que el principio: «tenemos entendido que van a hacer todo un carril circular, ¿no? Pues eso es fantástico. Tenemos una ciudad que es inmejorable para la bicicleta: es plana, llueve pocos días?».

De momento, los ciclistas que ya prueban esta primera parte del recorrido apenas disponen de unos metros para dar unas pedaladas antes de sumirse en el caos: el que es, ahora mismo, la Glorieta, en la que las obras se mezclan con el tráfico y los ciclistas con los viandantes. Hay que cruzar un paso de cebra. Unos lo hacen pie a tierra y otros sin bajarse. En pocos minutos se ven todo tipo de pedalistas: ejecutivos trajeados, turistas „que ocupan los dos sentidos del carril sin importarles nada„ jóvenes con la música puesta y recogedores de chatarra.

Algunos peros tiene el trazado, pero sobre todo para los conductores. Y ahí da la sensación de que va a sufrir el usuario del aparcamiento de la plaza. Cuando emerge de las profundidades tiene bastante complicado, por no decir imposible, trazar en dirección a la Puerta de la Mar. Incluso se prevé un cierto caos en el Parterre, donde se juntarán todos los que quieren acceder a la calle de la Paz con los que quieren seguir rectos y los que quieren entrar en el aparcamiento. Ahora mismo, todo está levantado y es difícil aclararse. Las maniobras imprudentes se suceden.

Sergio Gómez es de los que tienen claro que «las ciudades avanzan hacia dar facilidades a los ciclistas. Y bastante es que tenemos un carril bici al que no se le hace caso. Estas continuamente teniendo que pedir paso, te lo invaden, lo cruzan sin mirar. Éste estará muy bien si no lo empiezan a usar los peatones. Si no, estaremos igual, dándole al timbre en todo momento». La ventaja que parece apreciarse es que, al discurrir sobre vías semirrápidas, el peatón tiende, aquí sí, a respetar los pasos de cebra y no cruzar por cualquier parte.

Aunque María Cebrián, bípeda, recuerda lo que los no ciclistas reclaman: «cometen muchas irregularidades. Hacen lo que les da la gana» y ya ha aprendido un latiguillo que se va extendiendo: «también deberían empezar a pensar en pagar impuesto de circulación los que no van en Valenbisi».